martes, diciembre 29, 2009

El reencuentro con mi ciudad natal confirma, sin dejar lugar a mayores dudas, que lo que más extraño de Caracas es la gente. También, que lo que menos extraño es la gente. Y por favor, no se ofendan. Estamos frente a un tema de acepción, el interminable – pero divertidísimo – enigma de la terminología.


Derivando, podría solucionarse el asunto colocando un “mi” antes de “gente” y listo. Extrañaba a mi gente pero no a la gente. Pero no es tan sencillo. Es difícil sostener que la gente que aplaudió al aterrizar el avión en Maiquetía es mi gente, y debo admitir que los extrañaba sin conocerles. Y claro, esto nos llevaría a la duda respecto a cómo alguien se vuelve propietario de una gente, sea en plural o en términos conceptuales más bien difusos, si esta apropiación ocurre con gente que se conoce o con una idea de lo que es la gente, o una sensación, un sentimiento de lo que es, sería o fue la gente.

Otro rumbo para solucionar este asunto sería decir que uno extraña lo que hace la gente y no a la gente en sí, pero allí rozamos peligrosamente un esencialismo insípido, así como si se pudiera ser algo sin hacer nada, como si la actividad y la existencia fuesen cosas separadas. Y ya, ya veo el ceño del esfuerzo mental de nuevo, así que mejor intento otro camino…

Así que, para aclarar las cosas, nada mejor que recurrir a la evidencia. La teoría puede ser confusa, prejuiciada y políticamente incorrecta, pero cuando hablamos de los hechos, todo queda mucho más claro. Nada más persuasivo que la realidad. ¿O no?

Evaluemos los siguientes ejemplos…

1. La señora Y, con quién compartí diariamente durante un par de años, me saluda luego de 3 meses y lo primero que me dice es: ¡Mijito, que gordo estás!

2. El señor M, con quién compartí durante varios años de mi infancia, y luego he podido visitar anualmente en la época decembrina, pregunta en una reunión decembrina, consternado: ¿Y tu novia?

3. En una variación de la expresión de la señora Y; F, con quién compartí también varios años de mi vida reciente, me saluda luego de 3 meses y prosigue: ¿Estás comiendo bien en Europa, no?

4. L, una perfecta desconocida, quién comía a mi lado en un puesto de empanadas, luego de un episodio violento en la vía pública le comenta a su amigo – quien debe definir a L como su gente – ¡Ay, mi amor! Este es tu país

5. S, un buen amigo desde hace poco menos de una década, me invita a comer. Bebemos y conversamos libremente luego de vagar por el Boulevard de Sabana Grande. Concluimos que lo mejor de Caracas no es urbano mientras el Sol nos azota y el Ávila ruge en silencio desde las alturas, esperando el momento preciso para levantarse y pisotear este desastre: El añorado re-set verde

6. Y, M, Z, S y H, perfectos desconocidos, pasan a toda velocidad en sus motos, palpitando cornetazos y mentadas de madre, respondidas por P, A, M, L y R, desde sus feroces 4x4 a todo pulmón en plena autopista.

7. R, quien me conoce desde chiquito, se suma tanto a la señora Y como al señor M, y propone, picaresca: Deberías ver si en Europa te pueden extraer como 5 kilos con una aguja o algo, ¡estás demasiado gordo! – esto, para proseguir, luego de tan afable saludo – ¿Y por qué no vino tu novia? ¿Dónde se quedó?

8. H, el presidente, habla durante horas por la televisión – aparato que veo nada más apagado porque me hace gracia el reflejo redondeado de mi ya redondo cuerpo – y sus comentaristas – que son el abecedario completo – citan sus amenazas y proponen guerras que lo resuelven todo, magnicidios, suicidios, parricidios y demás cidios.



Analizando, uno se da cuenta de varias cosas. En principio, que un implante de flacura está pronto a ser diseñado e insertado en masas en la población venezolana. Aquí nadie tiene problemas y todo el mundo está feliz, pero se venden millones de tetas plásticas, hay gente que se autodenomina “Ángel” y un verguero de gente que le cree, Coehlo y Bach son mucho más conocidos que Garmendia (ni Julio, ni Salvador pueden con eso), nos gritamos en la calle porque no nos dan paso o porque no queremos dar paso y los mesoneros/cajeros/autobuseros/clientes nos tratan como si les hubiéramos negado la beca para estudiar el Doctorado en Física Cuántica en Cambridge, lo cual los llevó directamente a su “miserable” posición.

Por otro lado, pareciera que la pareja de uno es importante nada más cuando está ausente. Pareciera que Caracas es la capital de Neruda, en lugar de Santiago. Millones queremos que los demás se callen para sentir que no están, pero cuando no están, queremos saber donde andan, por qué, con quién, cómo y para qué, pero nada más por curiosidad, no porque vayamos a hacer algo mínimamente importante con esa información.

El comentarismo derivado de las alocuciones presidenciales y el asquito que muestran algunas personas al referirse despectivamente a mi querido pedazo de tierra donde hay un bojote de gente que extraño, pero no tanto, son los dos últimos puntos, pero no los menos importantes.

De corazón, esto va con guasacaca, salsa rosada, mostaza, cebolla y repollo rallado: me jode más la paranoia que la inseguridad y la habladera de política más que Chávez. Me seca, me marchita, reduce mi disfrute de Caracas al mínimo cada vez que experimento un episodio de autodesprecio rabioso o una elocución experta acerca de las soluciones para todos los problemas de este país.

De verdad, me angustia cuando viene el próximo comentario acerca de un secuestro saliendo de un hospital, un atraco en un bingo donde se apuestan caraotas, una masacre en un babyshower o cuanta vaina horrorosa se le ocurre a la gente que es chévere comentar en una conversación de gente civilizada. Con un malandro es más fácil negociar que con M, quién te lanza furioso: ¡Coño marico, pero es verdad! A lo cual respondo, a destiempo y sin furia: ¿Es que acaso se ha perdido el valor de la habladera de pendejadas sin sentido? ¿Dónde quedó aquel mundo donde la gente hablaba sabiendo que sus conversaciones no hacían gran diferencia y perdían el tiempo en paz? ¿Es que acaso hay que hablar de verdades, para que una conversación sea sana?

Y respecto al asunto específico de las "soluciones", debo insistir en mi posición. Pasar trabajo, hambre, guerras y desesperación no arreglan nada. Tenemos la desdicha de contar con un laboratorio político como ejemplo: África. Sí, África. En África todos los países fueron colonias europeas - como aquí -, tienen niveles altísimos de corrupción - como aquí - y su identidad nacional es difusa, compleja y debatible - como aquí. De manera que, si están pensando que una guerra va a solucionar los problemas de este país porque vamos a aprender a trabajar, opino, de corazón, que están haciendo un reguero de meao, porque el perol no está ni cerca.

Y si hay una época donde uno disfruta de su gente y de la gente en general, es esta. Y uno quiere hablar de gramática con sentido, de futuro, pasado, pasivo, activo y flujos de caja. Se quiere soñar, pensar que el tiempo no es un dibujo en un disco de metal, que la vida transcurre y que los proyectos, sean sensatos o no, rellenan la arepa de la vida.

Y en cierta forma, son variaciones de algunas actividades que adoro, como pasear, conversar y comer en la calle, las cosas que extraño pero no tanto, con la gente, así, sin más.

En este ejercicio de afinar el espíritu para tocar esta pieza que es nuestra vida, de vez en cuando sale una tonada bonita. Y por esas, quiero seguir tocando, afinando, intentando. Por eso quiero que sus deseos para el año que viene se vayan prefigurando, que no sean todos demasiado relevantes y que la mayoría sean alegres.

martes, diciembre 08, 2009

Así que, finalmente, volvemos a diciembre. En este delicioso ciclo de la vida, donde se vuelve a lo nuevo y encontramos, curiosamente, una enorme satisfacción en sentir que volvemos a hacer lo mismo. La comida, la música, la bebida, la bulla, los colores. La experiencia decembrina cobra su sentido en la abundancia, la exageración y el exabrupto. Pero, ¿qué tiene que ver eso con el nacimiento de Jesucristo?


Puedo escucharlo, puedo sentirlo. Ante esta pregunta pensarán: ¿Moralista? ¿Se volvió moralista? La gente siempre cambia en esos viajes.

Pues no. No se trata de moralismos. Sería grandioso que todos nos amasemos los unos a los otros, estoy convencido de que ese mandamiento es el mejor que se haya inventado jamás – lo cual le da consistencia a su carácter divino. La época decembrina, sin embargo, si tiene que ver con el nacimiento de Jesucristo, pero desde otra perspectiva. El mundo, hace más de 2000 años, cobró un nuevo significado y esto, silenciosamente, funge de motor para una brillante euforia – y una profunda tristeza también – en el espíritu colectivo. El festejo en el derroche, que paradójicamente enaltece la riqueza por encima de la pobreza forma parte también de la tristeza que hace que millones de personas decidan terminar con su vida en esta época. De hecho, es común que la tasa de suicidios en diciembre sea la más alta del año en varios países1. Y este festejo quizás intente silenciar la culpa por el sabotaje que le hemos hecho al milagro de nuestra existencia y al mismo tiempo, festejar nuestro reconocimiento como milagro.

En todo caso, luego de esta furiosa especulación, debo decir que la dualidad decembrina nos hace revivir y encarnar la humanidad propia y la ajena, fundirnos en el torrente colectivo en búsqueda de sentido en medio del bombardeo multi-trans-sensorial y de las ganas de comer más que nunca. De hecho, si hay algún comportamiento compartido a través de diferentes culturas, países y climas es comer y beber en exceso durante el mes de diciembre2.

Pero más allá de la gente, la experiencia total – usando total así como se usa en el futbol -, se asemeja a la divinidad contenida en nosotros mismos, a la profunda felicidad – y la brillante tristeza – que es existir.

Y para aquellos que están en Caracas… ¡Nos vemos la semana que viene!



1 No pienso indagar acerca de estas estadísticas, debe recordarse que esta publicación no es seria

2 Ni para esta afirmación tampoco

miércoles, octubre 28, 2009

Más de un mes en el Reino Unido y habiendo conocido la capital del Viejo Imperio, la experiencia británica se hace mucho más nítida. Pero la perspectiva de vivir en un lugar como estudiante es siempre favorable, al menos para aquel que gusta de la academia, estar rodeado de una elite de gente brillante – la mayoría de ellos muy jóvenes – y discutir acerca de los asuntos más importantes del mundo de una manera segura e insignificante.

Me reprocharan que la academia produce conocimiento útil y práctico, incluso en psicología, con lo cual concuerdo. Sin embargo, el goce ingenuo de cambiar el mundo en cada conversación, suele ser particularmente frondoso en la academia. Fuera de ella, el pesimismo y el "realismo" es mucho más fuerte y pesado, esto a pesar de que los académicos tienen mucho más recursos y razones para ser pesimistas. Y en el medio de esta divagación, ya pronto se acerca el momento de confrontar el primer paso hacia adelante. Escribir un ensayo formal en una lengua extranjera no es tarea sencilla. Esto se hace notable, tomando en cuenta la brecha cultural y cognoscitiva entre las partes. Sucesivos golpes a la autoconfianza (como tener que preguntar cómo funciona un casillero, donde se toma el bus para X desde Y para llegar a Z, verse sorprendido por un evento programado, confundir el verano con el otoño) o en otras palabras , el hecho de ser un espécimen de zoológico en una jaula defectuosa, hace que el reto luzca desafiante. Convencer a un académico cuya mente es acorde a este mundo, a través del lenguaje de otro mundo (donde los eventos no programados no sorprenden, los casilleros no tienen un funcionamiento propio y los buses tienen gente colgando que grita para donde van) pues, no se ve fácil. Hay una traducción invisible del español al ingles, una traducción similar a la que se hace cuando se cocina con una receta y dice "sal y pimienta al gusto". Y en algunos casos, como en el de la escritura en un idioma extranjero, no se trata ni siquiera de traducir, porque de hecho, se está razonando en el idioma extranjero en cuestión. Se trata de pensar en la manera en que el idioma lo demanda, acoplarse a la delicadeza de su funcionamiento, disfrazar el espíritu y dejar que fluya una línea de pensamiento muy distinta a la propia, pero propia, de alguna otra forma.

Es un engaño, sutil si se quiere, un engaño que empieza por el que escribe, para convencerse de que es su pensamiento el que está reflejado allí, en otro idioma y que de hecho, si se lee, tiene un acento diferente al de uno mismo cuando habla, una voz quizás más grave o más nítida y una línea de pensamiento distinta a la que se pudo haber formulado en español. Los resultados de este experimento lucen prometedores, al menos interesantes, y esperamos, que todo salga bien.

domingo, octubre 04, 2009

A punto de tener un mes en el Reino Unido, la experiencia va tomando forma, se va asentando en el solvente, se nota, cerca del fondo, que la solución está ligeramente saturada. Sabores, olores, colores, sonidos y la experiencia fenoménica en general, se va agolpando, en un jab interpretativo tras otro.

Las velocidades, son, definitivamente distintas a la de mi querido trópico venezolano, tan cerca del ecuador y tan lejos de mi. El correo, que no es, definitivamente, uno de los mejores servicios públicos en Venezuela, aquí es una empresa bandera: The Royal Mail. Claro, con semejante prefijo, cualquiera. Tan sencillo que si alguien se mete contigo en la calle, le puedes decir: “pendiente, que trabajo para la realeza”. Nada más y nada menos. Es la diferencia con la banca, que aparte de no tener tanto tino haciendo instrumentos transparentes y confiables, son lentos. Si, están leyendo bien, el banco ese horrendo, donde usted va y sabe muy fácilmente cuando se cobra la pensión por vejez es más rápido que cualquier banco de acá. A-si-de-sen-ci-llo.


El poder de la monarquía hace su esfuerzo, en pleno siglo XXI, por seguir pareciendo designado celestialmente. Esto, se nota claramente, en la presencia simbólica de la Reina Madre, en cuanta bodega, kiosco, fábrica de muebles, empacadora, hostal, bandeja de frigorífico y pare usted de contar. La Reina, designa quien hace que cosa, al parecer, con una velocidad, eficiencia y margen de acción que solo alguien asignado divinamente podría afrontar. Es muy distinto a lo que leo en la etiqueta de Carlsberg, que podría traducirse como "Para la Corte Real de Dinamarca", que suena pomposo y honorable, e incluso como un gesto de entrega a la Corona Danesa. En cambio, en el Reino Unido, las cosas no son para la Reina, son designadas por la Reina, se lee claramente "Designado por la Reina". Pero no para su uso exclusivo, sino para el de todos sus súbditos - y de los invitados. En otras palabras, es como un ISO 9001:2008 celestial.

La calle donde vivo, se llama, adivinen como: Queens Road! En la misma calle hay cerca de 20 negocios que llevan, en alguna parte el epíteto "Queen". Las barberías, en cambio, han hallado la manera de ser la Barbería del Rey, en diferentes maneras, sin pisarse los talones ni dejar a un lado los molestos derechos de autor, que han permitido que los comerciantes se las arreglen con algo de ingenio, para inventar unos 15 nombres de barbería donde se asoma o se dice explícitamente, que el Rey iría a cortarse el pelo allí, si pudiera hacerlo.

Otra cosa que he podido notar, es que los británicos se sienten con licencia para burlarse de la Reina y de toda la corte real, con la misma facilidad con la que se burlan de sí mismos. El enorme disfrute que encuentran los británicos haciendo chiste de sí mismos, caricaturizando su refinación, tanto como sus maneras más simples y gruesas, llama la atención, a cualquiera que este acostumbrado a un sentido del humor mucho más enfocado en hacer goce de la diferencia, más que de las mismidad.

Y bueno, como dirían por acá: God save the Queen!

P.D. 1: No es coincidencia que nada mas esas dos palabras vayan en mayúscula en la misma frase... Monarquías!
P.D. 2: He colocado los acentos que he podido a través del corrector ortográfico y sufro enormemente por no poder apegarme a mis apreciadas formalidades de la Real Academia Española, pero la culpa es del teclado!

martes, septiembre 22, 2009

Finalmente, luego de una semana de locura absoluta, con el día clavado en la noche y la noche en el día, sin casa, teléfono ni internet, he pasado de la absoluta indigencia a la ansiada vida del primer mundo. Suena rimbombante, quizás algo exagerado, pero fuera del teclado sin acentos, es una diferencia radicalmente maravillosa. Ya mi acento en ingles debe sonar muy parecido al de Kluivert cuando hablaba en español, y conozco unas 4 rutas de bus tan bien como las de Margarita, asi que puedo decir que estoy bastante mejor. La experiencia de otro mundo, de vivir en una isla que no está rodeada por arrecifes paradisiacos y donde se espera que llueva la mayor parte del año - sin ninguna selva cerca – suena loco. Y puede que lo sea.

Este es, seguramente, el post más autobiográfico que haya escrito en mucho tiempo y para quienes están más interesados en mis opiniones respecto a otras muchas cosas, les pido mis disculpas. La experiencia europea, o en todo caso, británica, es, como era de esperarse, tan distinta como puede ser una mata de mango en Tapipa de un roble en Beeston. Y, como decía Einstein, tomemos el espacio y el tiempo como uno solo y véanse ambas matas comportándose de manera radicalmente diferente durante todo un año – ontogenéticamente, como diría Piaget – y allí estamos. Ahora, imaginen una mata de mango en Beeston y listo. He allí el fenómeno que ocurre con el recién llegado, que pronto se da cuenta, de que el mundo está transitando a su alrededor, y que no es el único mango por allí. La experiencia de la calle, en un pueblo grande como Nottingham, es una tarea retadora para la atención. Difícilmente pueda alguien curioso no marearse en el autobús, mientras se queda viendo fijamente todo, intentando sostenerlo en la retina durante suficiente tiempo como para poder atraparlo y no lucir tan sorprendido la próxima vez. Lo mismo pasa con los olores y la musicalidad de la calle. Es difícil no darse cuenta, de que se está rodeado de africanos, asiáticos y europeos al mismo tiempo. Algunos acentos australianos pueden venir a cuento, y los latinoamericanos realmente tenemos muy poca presencia callejera. Y nada que decir respecto a la hilera de cortinas aromáticas que es, en realidad, cada avenida que cruza las diferentes cuadras. Curry, fritura, carne, pescado, frutas, dulces, pan, humo, bebés, etc… todos estos olores van y vienen mientras una chica punketa lleva a su bebé en el coche, mientras su otra hija corretea en el monopatín para tomar el autobús del colegio.

El semáforo, quien cuenta con un asistente septuagenario, puede estar copado por personas radicalmente diferentes. Y de hecho, no he presenciado la primera vez que haya un grupo relativamente homogéneo en el semáforo. Obviamente, el hecho de que la presente mata de mango esté rondando no ayuda para nada. Y esta contribución minúscula a la heterogeneidad reinante se siente bien. Y es quizás, la contribución que se pretende hacer, en un mundo que amenaza con ser cada vez más homogéneo, pero que en cada rincón, notamos como, indiferente y rebelde, empieza a notarse una energía rotunda que niega a perderse en los pasillos de supermercado y que lejos de los nacionalismos asesinos, pretende más bien reafirmar su presencia, sin vergüenza alguna, queriendo decirle a los designios de los totalitarismos mercantilistas y antimercantilistas, que no importa cuanto lo sigan intentando. El mundo se acabará antes de que las diferencias sean anuladas, o quizás se acabará en ese preciso instante.


 

And as they say in here: Cheers mate!


 

lunes, agosto 17, 2009

Después de tanto tiempo sin publicar, el panorama cerebral se muestra árido y disoluto. Sería poco honesto dejar a un lado una de las razones de la aridez, que no es otra que la presencia de la mitad de este desierto neuronal al otro lado del Atlántico. Finalmente, luego de más de un año, el sueño de cursar un postgrado trasatlántico está por cumplirse, queda en manos de Dios - y de CADIVI - que todo siga el curso que ha sido trazado por los propios méritos y la ayuda de decenas de buenas personas y amigos. Seamos honestos, nos gusta el toque de reto que le da este país a todo, incluso estacionar el carro.

Quizás es eso lo que nos distrae de cosas más importantes, lo que ha planificado con minuciosidad enfermiza el dueño del status quo para hacer que este país siga un curso infernal. Algunos piensan – en una proporción pseudomiti-miti – que quienes han trazado el rumbo hacia el abismo han sido sus respectivos contrincantes políticos. Sin embargo, pareciera haber una presencia aún más grave, extraterrena, oscura y melancólica, que a ritmo de vallenato llorón, solloza complacido y triste por el final de un sueño, verlo hundirse lentamente en un pozo de brea pestilente, mientras los habitantes del barco pelean entre sí, gritándose, discutiendo acerca de quién los llevó a ese pozo y cómo llegaron a ese lugar.

Los actuales ocupantes de la nave discuten sin cesar acerca del deterioro moral y espiritual del país. Y cada cual plantea que bien, esto es asunto de responsabilidad exclusiva de quienes gobernaron antes – al parecer a los 6 años yo también estaba en ese lote – y quienes gobiernan – quienes según los del otro lado, en 10 años han logrado destruir la gran maravilla que habían hecho. Y no, no me odien por favor, que según los rojos estoy de su lado.

Pero, sin ánimos de ser aquellos terribles seres que sólo se quejan sin hacer nada, cada vez que pienso en oposición recuerdo al dedo gordo. El famoso dedo pulgar. El maravilloso dispositivo que nos aleja de los terribles, estúpidos y peludísimos monitos. Sí, se le llama "pulgar oponible". Puede seguir un curso radicalmente diferente al del resto de la mano. Y puede hacer que la mano haga cosas que no haría sin dedo gordo. Como martillar con algo de precisión, sujetar un trapo mugriento con asco, o un pañal usado con asco. En fin, la famosa "pinza fina" que, acompañado de un rostro halado hacia el cuadrante central superior, es signo ineludible de una profunda experiencia escatológica.

Es entonces, lo que me inquieta. Lo que me aseguro a mí mismo. Tesis desquiciada: sin la "oposición" esta mano habría hecho cosas muy diferentes. La toma de decisiones, supuestamente asume costos y beneficios, riesgos calculados. Sin embargo, desde hace algún tiempo siento que esta tesis se ha deteriorado, y se piensa que este país es tan divino, que Jesús sigue asumiendo los costos de nuestras acciones.

Hay algo, aparentemente, en alguna parte de nuestro inconsciente latinoamericanojudeocristiano que nos hace pensar que si hacemos algo a contracorriente, alguien más, seguramente el pobre Jesús, será el que asumirá el costo de nuestra rebeldía. Se ha llegado a la idea absurda de que se puede hacer revolución sin oposición y de que se puede hacer oposición sin represión. Como si la diferencia radical de ideas fuese conciliable con unas buenas palabras, unas palmadas en el hombro y una sonrisa pajúa. Porque claro, somos gente solidaria, alegre, de buenos sentimientos. Aunque, también cada acción de cambio, cada promesa de giro de timón reposa, no sólo en la absurda esperanza de que el costo lo asumirá alguien más, sino también sobre la oscura certeza de que un movimiento en falso puede costarnos la permanencia en esta vida.

Hay mitos que derrotar, acerca de nuestras propias bondades. Mitos como la solidaridad - que hace que miles de personas vaguen hambrientos sin ayuda -, como la alegría - que tiene las calles desiertas a las 9 de la noche -, como la simpatía - que no le gusta mirar a la cara en la calle ni dar los buenos días-, o el mejor de todos, la atención - que hace que 9 de 10 mesoneros odien a sus clientes, aunque no sean caprichosos.

Y claro, dirán ustedes, qué sencillo armar este zaperoco cuando uno se va, ¿no? Pues no, es una manera de decir, cuiden este coroto mientras llego, sin nada de Fe en que nadie pare media bola.

miércoles, julio 29, 2009

Recientemente he tenido un reencuentro con la literatura. Leer a alguien conocido es un asunto peculiar. Quizás en otras latitudes no se entienda con claridad el dilema. Pero la latinoamericanidad hace que el debate intelectual, artístico y literario sea realmente complicado. Quizás de allí provenga buena parte de la calidad de nuestros genios apasionados.

Uno de estos genios apasionados - por qué ser modesto cuando no es uno mismo - es amigo mío. De adolescente mantenía como ética el rodearme de gente talentosa, brillante y hermosa para compensar. Y es una ética que ha rendido sus frutos. Este breve post es una parodia de las revistas literarias donde se hace un incomprensible análisis respecto a la calidad de una pieza literaria. Sería grosero decir que la crítica no aporta nada a la literatura y que es más bien como un organismo que parasita el talento de quienes empeñan su buen sueño, su tranquilidad y su intelecto, que con mucho menos esfuerzo, podría devengarles mucho más dinero en un arte mucho menos digna. Sería grosero, sin duda, y por eso no lo hago.

Y al final, tampoco tiene ninguna importancia. De quien hablo es Carlos Villarino. Hace varios años hice un post, contento porque Carlos había ganado el Monteavila. Ahora escribo otro post contento porque Carlos ha publicado su segundo libro: El Otro Infierno. Luego de haberme abandonado por meses a la lectura de biografías, literatura académica y profesional, agradezco que haya aparecido Carlos con su libro. Hay literatura que te aleja del mundo, que te atomiza en otros mundos. Y hay literatura que hace palpable al mundo mismo. En una vitrina donde rezumba la sabiduría oriental, el valor de la confianza en el yo y otro método más para mantenerse en el peso apropiado, El Otro Infierno es una pieza de literatura que hace que el mundo sepa a algo, que huela, que se materialice frente a nuestros ojos. Quizás no es el mundo que queremos, pero tras lo siniestro y oscuro de los relatos se experimenta el goce de la contundencia de una manera de escribir que parecía olvidada por estas latitudes.

Y bueno, sin irse a París, entre la Baralt y la UCV, ha salido un excelente libro de cuentos. Narrativa breve, mi favorita, de la que no tienes que tener buena memoria para entender y desentrañar. Así que si se lo tropiezan, compren El Otro Infierno y para quienes la vida sea mucho menos accidentada y azarosa, ¡búsquenlo!


P.D: Sé que está disponible en El Buscón del Trasnocho y en Librería Estudios, detrás del CSI.

lunes, julio 13, 2009

Provoca irse para el carajo. Sí, claro que provoca. Pero el camino para el carajo está alfombrado de innumerables obstáculos. Pero alfombrado, no tupido como un bosque tropical selvático lluvioso de grandes y portentosos árboles, sino alfombrado de nimiedades de la estatura de una fibra sintética altamente inflamable.

Es tan vulgar el tipo de cosas que hay que hacer para salir de aquí por un rato, que utilizando la bendita metáfora de la alfombra de tonterías, uno se siente culpable, por primera vez, de que la digna alfombra persa esté en la misma categoría de los alfombrados alergénicos de oficina. Es como la diferencia entre una pieza de Bach y el hilo musical de un ascensor.

Brutal divagación, brutal. He estado pensando en insurgir. En rebelarme finalmente de manera práctica y contundente ante el estado de las cosas, tan ruidosamente envilecido, tan escandalosamente banal, tan invasivo en su ajenidad perpetua. Y quizás la manera de hacerlo sea a la antigua, con un manifiesto, un partido político ilegítimo no registrado en ningún papel oficial y una propuesta insensata. O quizás no. Es esa apertura a las alternativas, esa duda constante, un "tal vez yo no tenga la razón", esa serenidad la que frena el ímpetu de mi manifestación definitiva contra todo. Es como una explosión cuyas esquirlas van pidiendo disculpas en el camino mientras tropiezan, desgarran y rompen. Y termina siendo todo más como una nube que como un estallido.

Y es aquí, en esta nube de humo metafórico y virtual, donde se desanudan las trenzas de mi cotidianidad entrecortada. Y probablemente ustedes ahora tengan esa cara, la cara de que este es "otro post de esos que no entiendo" o de repente les parece que es encantador.

Y esa ambivalencia, que es tan parecida a mi "tal vez yo no tenga la razón" debe ser lo que me mantiene escribiendo. La esperanza de que ocurran cosas fuera de esta pantalla que no me ocurren a mí, sino a ustedes. Cosas que ocurren cuando leen esto. Sin ninguna pretensión iluminista, sino más bien romántica.

Y cómo quisiera creer apasionadamente que ir a protestar soluciona algo y no que empeora la experiencia trágica de la urbanidad. Cómo quisiera creer que nuestras instituciones cumplirían su rol si nos quejáramos más. Amaría pensar que nada más nos falta aprender a trabajar con más ímpetu, que Venezuela es un país de flojos y que teniendo petróleo y tantos recursos la tenemos mucho más fácil. Sobre todo, adoraría que alguno de los clichés vespertinos de costumbre me confortara ligeramente, me diera algo de cobijo, me ofreciera algo de tranquilidad injustificada, plenamente inconsciente y carente de culpa.

Quisiera pensar que la miseria que hay en nuestro país es mucho menor que la de otros países, que esa hambre que sienten millones de personas es mucho menos hambre que la de los pobres en África, en Asia, en el Caribe o en cualquiera de nuestros países cercanos. Que aquí es más fácil ser pobre porque al menos el mango y el plátano se dan en todas partes, no como en el desierto, donde crece el odio con cierta dificultad, pero nada de frutales y verdor.

Sí, mucha divagación, a raudales.

Y he pensado, cómo no, he pensado en fundar un partido. En llamarlo El Bate. Y colocar de lema "Nosotros sí arreglamos las vainas a los coñazos". Se podría entrar sin cédula, ni pasaporte, ni siquiera necesitaríamos foto para el carné. Pero cada quien tendría que comprar o hacer su propio bate. Los fundamentos básicos del partido serían difíciles de establecer en una primera instancia, pero muchos problemas nacionales pueden resolverse con mayor efectividad y solvencia con un bate que con el gobierno o las marchas.

No hacen falta más partidos que ensucien las paredes de papel engomado en las elecciones y que nos hagan gastar nuestros impuestos en más colores para el tarjetón. Hace falta amor. Y un poco de madera.

miércoles, julio 01, 2009

Este regreso a Caracas, que es como un regreso transitorio ha resultado particularmente chocante. Ha sido como un chorro de vómito en la cara mientras miras las estrellas recostado con las manos detrás de la nuca. Disculpen la imagen, pero no he hallado nada en el medio, ahora el medio parece estar vacío. En el medio no hay Honduras, ni A1NH1 (disculpen si no escribo bien las siglas, pero no me provoca buscarlas), ni golpes, ni vacíos de poder, ni militares con bolas y otros sin bolas, ni policías corruptos, ni drogadictos, ni putas. En el medio no hay nada, debe ser por eso que muy pocos quieren estar allí.

Quisiera que me provocara irme de Caracas o de Venezuela, pero ni siquiera el líquido pegostoso en los ojos me hace desear eso puro y simplemente. La sensación de acostumbrarse para no enfermarse ya me tiene al borde. Y este post descalabrado es apenas un síntoma. Ahora empiezo a detestar las cosas en las que antes no creía, como por ejemplo, la policía. Y me disculpan los oficiales honestos, los individuos que se arriesgan a perder la vida por un sueldo miserable. Pero no creo en seres humanos que vigilen a otros. Ahora la idea me parece aborrecible, sabiendo que detrás del Estado y sus instituciones circulan las peores amenazas para ricos, pobres, pequeño-burgueses, burgueses, nobles, revolucionarios y compatriotas.

Luego de pensar que era el orden el enemigo, pienso ahora que aborrezco la farsa del orden institucional que esconde una marejada de caos que amenaza con asfixiar la felicidad de los que no tenemos armas ni privilegios funcionariales.

Este no es un post en contra del gobierno, es un post desde el medio vacío, desde el ombligo vacuo de nuestro pensamiento político. Tan catártico, patético y duro como puede ser encontrarse en un mundo post apocalíptico sin apocalipsis.

martes, junio 02, 2009

El curso de las crisis personales es similar al de la vida misma, como trascendencia. Recientemente, en una compilación de artículos de autores como Foucault y Deleuze, se restriega el tema de la vida como una dimensión que está más allá de las personas y las cosas. Y quizás sea en este punto, donde el flujo del pensamiento se une con la vibración misma de la existencia.

Pero todo eso sería demasiado fumao' para este blog. Muy recientemente, luego de experimentar y de observar concienzudamente numerosos conflictos de pareja, puedo asomar un tema que me llama profundamente la atención. Se ha vuelto un lugar común que los roles de los miembros de una relación se están difuminando. Particularmente en las relaciones heterosexuales, donde el género pareciera ser un asunto importante para dilucidar qué hace quién y cómo. Al parecer, al igual que Caracas, este asunto era mucho más nítido hace varias décadas. Seguramente en Estados Unidos, en las familias del norte conservador. En Venezuela, algo me hace pensar que las cosas nunca han sido claras. O quizás exagero. Pero hacia otro lado se dibuja el escote que distrae nuestra mirada hacia el asunto que nos interesa.

Hay muchos roles diferentes, que pueden ser categorizados de diferentes formas. Es el caso de los roles productivos (como el cazador, la recolectora, la progenitora), los roles organizadores (la matrona, el protector, la guerrera, el sanador) y los destructivos (el criminal, el loco, el idiota). Esto, a grandes rasgos y sin ningún interés académico*. De todos los roles posibles, el que ha venido a llamar mi atención es uno que quizás cuelga entre lo destructivo y lo organizador, que es el del loco de una relación. Existe una licencia – muchas veces autoconcedida – para dejar que los tapones vuelen de un lado, o del otro.

La fuente de esta licencia para mandarlo todo al carajo es infinita y siempre está del lado de cualquiera de los participantes. Puede ser un cornetazo muy fuerte - o varios cornetazos muy fuertes, en Caracas las cosas vienen de a bastante -, una discusión con el jefe donde se revela su competencia para asumir el rol de abusador, numerosas promesas rotas nunca hechas – esta es una de mis favoritas – o un trámite burocrático. La alternancia del rol es una de sus características más interesantes y casi siempre es un asunto de orden de llegada. El que se vuelva loco primero está hecho, porque el otro sería mal visto si se vuelve loco como respuesta. Algunos dirían que no supo manejar la situación – cosa que no dirían del primero, quien solo estaba de mal humor, o había tenido un mal día.

Pero he allí, la maravillosa justicia de la retórica al comprender el valor de los afectos para la persuasión. Los racionalistas se dejan desesperar en una discusión y pierden catastróficamente, sin entender que el argumento mejor elaborado nunca estará al nivel del acucioso arte de hacer perder la paciencia al contrincante. El germen del falatia ad hominis, nunca bien fundamentado, siempre efectivo.

*Parte de las políticas de ¡De bolas que es una pipa! es no producir intencionalmente ningún elemento que pueda ser de utilidad para la cultura académica.

viernes, mayo 15, 2009

Otra vez el heroísmo. Pensando en héroes, pensamos en indumentarias y sin miedo alguno de sonar trillado, sino con toda la seguridad de serlo, decimos:

  • El Fantasma: Morao, con interior atigrado por fuera invocando el poder de decenas de animales africanos salvajes.
  • Superman: Peinado de medio lado con gelatina de Kriptón, con el interior por fuera y lo único que le hace daño es su propia tierra natal (suena a emigrante venezolano)
  • Pedro Picapiedra: Glotón empedernido, no sabemos si prefiere maltratar a Vilma o a Pablo.
  • Hombre Araña: traje ajustado al cuerpo, mala imagen pública y cuando termina de levantarse a Mary Jane la abandona sistemáticamente debido a su adicción al trabajo
  • Presidentes: gracias al Cielo usan el interior por dentro. Tienen el poder de convertirse en villanos luego de la campaña electoral.


Y por supuesto, no podríamos dejar a un lado en esta entrada caótica el temblor. ¿Lo recuerdan? ¿14 temblores en un solo día? La gripe porcina. ¿Recuerdan? ¿El fin del mundo?

Bueno, sin duda han sido semanas distintas, sin embargo, cuesta decir que la experiencia de vivir estas últimas semanas ha sido demasiado diferente a la vivencia de las cien anteriores. Al menos en lo que concierne al fin del mundo, que se ve igual de lejano y cercano al mismo tiempo.

Pero si algo aprendimos durante nuestra infancia, es que es importante tener el interior por fuera si quieres hacer algo importante frente a un cataclismo o un villano de proporciones catastróficas. ¿O eso es estrictamente accesorio?

Las nuevas generaciones conocen otro tipo de héroes. Héroes que se conocen entre sí, que no conforman ninguna Liga o Salón, pero que se convierten en villanos de vez en cuando, no son solventes en sus relaciones familiares, algunos son incluso incompetentes para tratar con la gente en general y sus poderes no están justificados siquiera en lograr un bien mayor sino en prevenir que ellos mismos se conviertan en el siguiente cataclismo.

En la era de la autoayuda el peor cataclismo es la autodestrucción.

Recientemente he estado involucrándome de nuevo con la psicoterapia. Particularmente con la dinámica, que siempre me resultó más atractiva a nivel teórico. Sobre todo porque es más susceptible de ser ironizada. Soy de los que se le hace imposible querer algo de lo que no puede burlarse. Eso, diría un analista, debe ser un problema de la infancia, seguramente imbricado con una perversión sexual inconfesable. Un junguiano iría incluso más allá, y podría decir que esto forma parte de la venezolanidad, de la latinidad e incluso de una parte oscura de la humanidad que proyecta sus sombras. Un lacaniano podría aducir algo respecto al anudamiento de la imagen del otro sobre el yo en la ilustración de una sonrisa imaginada no realizada en el espejo.

Viviendo el día a día, la experiencia de la caraqueñidad vuelve a hacerse trabajosa. La percusión de 4 monedas en un pote chino que se despide desde unas escaleras perturba. El aullido agotado de un mutilado a los pies de la escalera mecánica suplicando ayuda. La saliva del diablo esparcida por las vitrinas de los bulevares y las paredes inmensas de los edificios. El rictus comprimido de los transeúntes. El miedo. La angustia. La crisis. El desasosiego. El hastío. Pero luego, basta asomarse por la ventana del barco y darse cuenta de que el mar entero está podrido. No es Caracas, no es Venezuela. Es el planeta.

Desde todas las teorías, todas las creencias, hacemos lo posible por reafirmar que la Humanidad es única. Es inigualable. No puede explicarse por completo. Es impredecible, gloriosa, incomparablemente hermosa.

La pregunta es: ¿Si es así, por qué necesitamos repetirlo de tantas formas? ¿Está el gusano de la duda diabólica acechando? ¿Hay algo que nos quiere hacer creer que somos solo cosas? ¿Perfectamente predecibles, reemplazables, desechables?

Quizás la afirmación de Nietzsche respecto a la muerte de Dios no es otra cosa que la manifestación de un extravío generalizado frente a la duda de ser únicos. En medio de su locura, pudo reconocer con mayor literalidad el sufrimiento de un caballo que el de la humanidad entera. Quizás estemos tan confundidos que estemos convencidos de que tenemos que inventar, cuándo debemos desempolvar. Más que inaugurar, restaurar.

Y quizás la restauración que necesitamos no sea muy diferente de la inauguración que buscamos. Porque queremos salvarnos, pero de una manera diferente y nueva, como si eso fuera más importante que usar el interior por fuera.

De todas-todas, estamos anunciando que si vamos a desaparecer, lo haremos con todo. Si reafirmamos nuestra particularidad universal, nuestra distintiva existencia, no lo hacemos solo desde nuestras creencias que reafirman nuestra peculiaridad al ser creados, sino también para ser destruidos.

lunes, abril 27, 2009

La política puede entenderse como una manera de seducir y ser seducido. Consultando el Diccionario de la RAE he podido notar que las acepciones de uno de los verbos más inquietantes de nuestro mundo occidental contienen, el trío, a su manera y cada una, algo de vil, engañoso y lujurioso.


La seducción no es una metáfora poco usada para entender el mundo político, sino que más bien, el hecho de que sea un lugar común nos hace preguntarnos: ¿Toda política es seducción?


Y respondo rotundamente: No


Al menos no todas las posibles. El asunto de la política donde la seducción es importante, es en la política electoral. En el juego de poder donde la permanencia en un puesto está por encima de la ciudadanía, el derecho de las minorías y las mayorías a coexistir sin quererse mutuamente.


La posibilidad de vivir juntos sin amarnos, es el derecho que nace de las legiones de pensamiento no autoritarias, ya no tan vigentes y efectivas en nuestro mundo de hoy. Pero quizás mañana la humanidad sea borrada de un plumazo por una peste, por un Dios cansado de darnos más oportunidades.


Hace poco una buena amiga me preguntaba como manejar la incertidumbre. Yo no sé si sea manejable – nótese por favor la gracia de no saber algo respecto a este tema tan incierto – pero puedo asumir que la incertidumbre absoluta puede poner en ridículo la duda cotidiana, así como la Fe derrumba por tonta cualquier confianza sobre lo humano, como si fuera plasmable en H.


Se acerca una gripe granjera, hace varios años fue una aviar, ahora viene la porcina. En una década la granja entera de Orwell estará anarquizando el mundo, entre los estornudos de los cochinitos vengándose del lobo feroz - para que siga soplando y se ponga serio - , la tos de los pollos y las enloquecidas vacas, danzando alrededor de una fogata shamánica.


Eso, o simplemente será todo igual o más bien distinto, como después de la peste negra, la peste bubónica, la gripe española, la viruela, el SIDA y el ébola.


Nunca hubiera esperado conseguir esperanza tan nítida en el tedio y el cinismo. Pero así estamos.

jueves, abril 16, 2009

Reportaje especial:

(Caracas, 16 Abr CEPIPOP) El Metro de Caracas ejecuta un nuevo programa de Responsabilidad Social Empresarial fundamentado en estudios realizados recientemente por un equipo multi y transdisciplinario del Ministerio del Poder Popular para la Salud.
La actividad involucrada en el recorrido de 70 escalones en ascenso, diariamente, reduce significativamente los males asociados al sobrepeso y trastornos cardiovasculares, los cuales están en la cima de la lista de los mayores asesinos del mundo, por encima del SIDA y del cáncer, según cifras recientemente publicadas por la Organización Mundial de la Salud. De esta manera, responsablemente, el Metro de Caracas provee de una actividad saludable a cientos de miles de trabajadores para que puedan acudir a sus labores con una mejor oxigenación cerebral, una temperatura corporal notablemente más cálida y en general, colocar un pequeño grano de arena para mejorar ostensiblemente la calidad de vida de los caraqueños.
Respecto a anteriores publicaciones en las cuales se hacía mención a un programa de mantenimiento mayor del sistema de escaleras mecánicas, debe considerarse como un proyecto descartado. “Hemos revisado, rectificado y reimpulsado nuestro sistema de desplazamiento vertical. Fue un error pensar en el plan de mantenimiento mayor para este sistema como lo habíamos pensado antes. Ahora ubicaremos fuentes de hidratación en los andenes y un sistema de oxigenación aguda en los techos aledaños a las escaleras”, afirmó el Director de Proyectos e Ingeniería.

Este reportaje se atribuye a una agencia de noticias inexistente con el nombre de una reconocida marca de golosinas heladas. El Director de Proyectos e Ingeniería que declara en este reportaje no es el del Metro, pero igual tiene razón.

lunes, abril 13, 2009



Todo 11 tiene su 13, dice un lema no tan reciente de la revolución bolivariana. Yo diría que todo vacío de poder tiene su golpe. En estos días de profunda disonancia, de angustiosa contemplación de monólogos resonantes, queda en duda cuál es la función y el propósito del canto de la moneda.

Queda muy claro, por lo general, cuál es la función de la cara y del sello, que en medio de los azares de la historia se ubica en reposar oculto o en mostrarse. El rol complejo y poco relevante de la política electoral en nuestras vidas se manifiesta como el giro de una moneda, mientras que queda en duda si el canto es la representación de la distancia mínima entre dos lados opuestos o el enlace entre aspectos que se dan existencia mutuamente.

Disculpen la pesadez, pero así se ponen algunas personas ante tanta polarización. De nuevo se reviven los asesinatos, se repiten los vídeos de las ejecuciones realizadas durante las manifestaciones del 11. Las vejaciones del brevísimo gobierno de Carmona. La absoluta locura que se apoderó de un país por unas horas, de unos por despecho y de otros por euforia.

El sentimiento de revancha sigue allí presente. La sensación de que cualquiera de las dos caras de la moneda está dispuesta a todo para dejar de reposar oculta sobre la mesa para relucir y colocar a su hermana en las sombras. El canto; sin embargo, siempre está en la misma situación, puede cambiar su orientación ligeramente al darse las acciones de opuestos rivales; pero poco representa en el giro de la moneda.

Quedan dudas, frente a la condena de un par de policías, de cuáles son las responsabilidades en juego, quiénes los responsables y cuál es la magnitud del daño hecho en aquellos días. Dentro de la sana convivencia queda muy claro que la cacería de brujas realizada el 12 de abril no ayuda en nada como recuerdo a contar en las filas de la oposición a demasiados ex oficialistas. De la misma forma, los eventos ocurridos en la embajada de Cuba - más allá de lo simpática o antipática que pueda resultar la injerencia del país antillano en nuestros asuntos – representan un testimonio de la falta de civismo de quienes reclamaron para sí, en su momento, la exclusividad de la educación y de la moral.

Pero claro, nunca puede quedar por fuera el uso constante – aparentemente legítimo – de la denominación de golpe de estado de los eventos que dieron lugar al finalmente nombrado Carmonazo. La acusación constante hacia los medios como responsables directos, únicamente a través de los medios da un poco de escozor. Las acciones legales en contra de todos los conspiradores, fascistas y golpistas asustan y no precisamente por su precisión. Quienes ayer acusaron y hoy acusan a diestra y siniestra han sido profetas de magnicidios que nunca ocurrieron, de masacres nunca ejecutadas, de bombardeos que parecen más asociados con Pegaso que con B-2 Stealth, de acciones bélicas más cercanas a Aragorn que a Collin Powell.

A veces, quisiera poder consultar la literatura de Tolkien acerca de la Tierra Media para entender la dinámica de fantasía de nuestro conflicto. Porque parece que en lugar de diálogo político se realiza un duelo mágico entre hechiceros que fabrican la existencia con mantras poderosos. Se transforman ciudadanos comunes en fascistas asesinos con una mera acusación, luego los otros transforman en simios irracionales a sus rivales. Así, entre hechizos de transmutación y duelos de conjuración, los hacedores de sueños y pesadillas nos hacen pensar que sus palabras son importantes para nosotros. Casi de la misma forma que nos deberían parecer bonitas las actrices de telenovela – es un asunto que raya en la obligatoriedad, a pesar del botox, el raquitismo y el exceso de polímeros en el cuerpo – y para las féminas en los actores, quienes no cuentan con menos de los parapetos anteriores, aunque podría sustituirse el raquitismo por los anabolizantes.

En medio del show/duelo de espectáculos de ilusiones y fantasías, algunas cajas mágicas han dejado a los dulces voluntarios picados por la mitad. Ahora - aún - la moneda parece haber sido lanzada al aire nuevamente.

¿Cara o sello?


La imagen usada es de un autor al cual no hemos podido identificar ni ubicar. En caso de aparecer puede desaparecer la imagen, o aparecer su nombre.

lunes, abril 06, 2009

Pensar y repensar las críticas que fluyen en el día a día agota. Es un ejercicio que lejos de tonificar desgasta. Es el caso de pensar, por ejemplo, si es cierto que solo critican la superficialidad de nuestras sociedades occidentales aquellos que están más cerca de la fealdad que de la belleza. O si, aquellas mujeres que critican las numerosas cirugías, realizadas de manera industrializada, son mujeres o bien benditas por la genética por una explosiva voluptuosidad – de la que se avergüenzan – o mujeres que no fueron benditas con nada sino su aguda percepción e inteligencia.

Da lo mismo pensar, por ejemplo, del comentario del varón, que señala que la habilidad en las artes del amor supera por mucho la importancia de la virilidad métrica. O por ejemplo, el caso de la autocrítica de la abundancia, de la literatura prolija acerca de las desgracias implicadas en la posesión de riquezas materiales incalculables, de aquellos, que con esa misma literatura aumentan su flujo de caja a un punto difícil de manejar con principios y libre de sustancias ilegales en el torrente sanguíneo – aunque nunca deja de ser preciado el uso de sustancias legales y autorizadas.

Y al final del día, las preocupaciones y las críticas realizadas en contra del estado de las cosas desde la tradición, en contra de la desnudez, la pornografía, la creciente violencia en los medios, los escotes pronunciados, las curiosidades degeneradas de los niños, las faldas de reducida longitud – y decoro -, los "chorcitos" escasos de tela – y de decencia - , la promiscuidad y el adulterio, en fin, la cercanía del fin de los tiempos nos hacen sentir como una generación degenerada.

Nos preocupamos por los usos poco provechosos del tiempo libre de nuestros jóvenes, nos dolemos por la irresponsabilidad de los nuevos padres, por la sempiterna ausencia materna de la mujer liberada y por los cada vez más frecuentes desastres naturales. Familias atomizadas por doquier, donde los divorcios son más comunes que los besos, los crímenes pasionales más frecuentes que las reconciliaciones. Esto sin dejar a un lado el terrible fenómeno de la violación legitimada en el deber matrimonial. Nuestras tradiciones han sido pervertidas por los oscuros deseos de libertad, la preocupante individualidad y la escasa organicidad de nuestras comunidades.

La falta de participación, de preocupación, de respeto e incluso, de simple interés en los demás, pareciera estar solidificando la idea del Apocalipsis. Escuchamos los cascos de sus jinetes por doquier, la tierra vibra, los cielos retumban y el llanto de millones de niños hambrientos y adoloridos nos atormentan para recordarnos que estamos muy equivocados con la forma en cómo estamos manejando las cosas.

Hace menos de 20 años el muro de Berlín lucía firme, la historia aún parecía regirse por dos versiones de mundo comprensibles. Por alguna razón, el materialismo individualista estaba más cerca de la espiritualidad que el colectivismo tiránico.

Hoy día, los disensos son más abundantes, aunque quizás sea porque ahora nos parecemos mucho más. Los fanatismos, las incomprensiones e intolerancias son la agenda presente, sin dejar de ser una profunda paradoja.

Por estas latitudes nos preocupa el enrojecimiento de la política continental, con una presencia cada vez más sólida de la izquierda en América Latina, con un presidente demócrata y negro en el líder ideológico y cultural de las Américas – aunque ahora la disputa es abierta, Britney sigue siendo más influyente que Lina Ron.

En general, la falta de credibilidad de las críticas a nuestro mundo, a nuestro país y a nuestra localidad se fundamenta en la sospecha de un interés individual enmascarado en el supuesto interés en un bien colectivo. Lejos de pensar que alguien quiera ayudar, sabemos, que quiere imponer su punto de vista sobre el nuestro. Y por supuesto, lejos de tomar en cuenta la buena voluntad nos rebelamos y hacemos absolutamente todo lo contrario. O al menos eso diría un conservador. Porque para lo que algunos es falta de principios, para otros es falta de compromiso con la esperanza.

Desde la tradición, nuestro querido conservadurismo tirita de terror, mientras los apasionados amantes del futuro bonito vibran de esperanza. Pero a nuestra generación degenerada no le interesa. Está por verse si alguno de estos tres grupos puede dar el giro definitivo de nuestra historia hacia un nuevo final. Y a un nuevo comienzo.

martes, marzo 10, 2009

Regresando de Margarita, la mente debería despejarse, el discurso alivianarse y las pasiones ser mucho menos odiosas, mucho más tropicales.

Pero son suficientes dos días en Caracas para volver a la normalidad absoluta.

He meditado respecto a qué tema podría ser interesante comentar y no se me ocurre otro que unas búsquedas que hice un Google para enseñarle a una colega qué es un operador booleano. Luego de pensar en un par de palabras de uso común, me doy cuenta del siguiente numerazo:

Venezuela AND Chavez: 10.700.000

¿Sorprendente?, o un poco más vulgar, ¿Cagante?

Venezuela, por sí sola, refleja mucho más que eso: 240.000.000, que es 55 millones más que porno, que es algo así como 185.000.000 de entradas.

La cosa va así:

Palabras clave

Resultado Global (entradas)

Duración (seg.)

Venezuela AND Chavez

10.700.000

0.16

Venezuela AND turismo

10.400.000

0.43

Venezuela AND sexo

5.880.000

0.06

Venezuela AND dinero

5.320.000

0.23

Venezuela AND petroleo

4.850.000

0.16

Venezuela AND violencia

2.730.000

0.18

Venezuela AND chocolate

2.020.000

0.46

Total

41.900.000

1,68


De estos datos podemos sacar, al menos, 4 conclusiones:

  1. Venezuela es mucho más atractiva que la pornografía, al menos para escribir acerca de ella y publicar cosas en internet acerca de ella.
  2. Para convertir a Venezuela en una verdadera potencia turística deberíamos hacer eventos especiales para turistas extranjeros basados en Chávez, sexo y dinero. Quizás un espectáculo al estilo Las Vegas con Chávez echando cuentos, con espacios de baile donde dirige un grupo de bailarinas semidesnudas y billetes de 100 fuertes volando por todos lados.
  3. Ver en los últimos dos lugares, de manera tan sorprendente a la violencia y el chocolate nos da una idea clara de qué hacer para acabar con la violencia: Intercambio de armas de fuego por armas de chocolate.
  4. Una investigación realizada en menos de dos segundos no guarda ni un resquicio de seriedad, ni siquiera de responsabilidad.

Pero bueno, basta de aclaratorias. En definitiva, el momento llama, el tiempo que vivimos reclama una respuesta.

¿Qué hacemos ante las nacionalizaciones?
¿Qué hacemos con el acaparamiento?
¿Qué hacemos ante la especulación?
¿Qué hacemos ante la arbitrariedad estatal?

Quizás algunos estén de acuerdo conmigo. Pero estar indefenso ante el Estado, el Sector Privado y los particulares resulta como demasiado fuerte. Sin embargo, considero que es el momento de construir una economía del odio.

Hay que ahorrarlo, reducirlo al mínimo, así como si el odio fuera un gasto horrible en dólares a precio del mercado paralelo (porque ahora no es negro sino paralelo, ¡cómo me encantan los eufemismos!)

Por eso, creo que es mejor que los comedores de arepa se pongan de acuerdo y boicoteen las areperas que consideren abusivas con los precios y manden al gobierno a hacer cosas más provechosas. Conozco algunas ciudades donde hay viejitas que pasan horas vendiendo dulces, gente que anda por la calle pidiendo real y hay niños en harapos que se nota que tienen como 17 años, pero tienen el tamaño de uno de 11.

Es mejor ahorrar odio y no perder tanto tiempo intentando ganar una discusión. Las discusiones no se ganan, se construyen.

miércoles, febrero 18, 2009

Algunos pudieran pensar que mi nivel de escualidismo - bastante discutible - me obliga a publicar algo respecto a la derrota electoral. Algo que mantenga la motivación desde una perspectiva distinta lo que quizás habrán podido leer o escuchar durante los últimos días, desde el domingo hasta hoy.

Noto con desgano, la facilidad con la que se odia, la dificultad de entender y el fastidio que da ubicarse en una postura relativamente respetuosa respecto a otros.

Da hasta aburrimiento profundo - al menos para alguien que no se considera un líder de la casta moral - ubicar un pronunciamiento en un lugar tan complicado como el respeto mutuo.

Y todo este desdén, toda esta... desidia... no es más que el afecto apropiado para el actual. Porque, ciertamente, me ha dado por divagar, que el modelo más cercano al proceso de funcionamiento de polis venezolana es el liceo.

Si ubicamos los roles dentro de un modelo explicativo, el carajito más rata del liceo es... ¡nuestro Presidente, Hugo Rafael!

No solo es el más rata, sino que es hijo de la Directora. Nadie quiere meterse con él, los profesores le tienen miedo, las maestras mucho más. Muchos le temen, pero muchos más le jalan bola.

Al final, a la mayoría le parece un tipo realmente simpático, conversador, arma las mejores rumbas, tiene de su lado a los tipos que pegan más duro, los más malandros. Y en general, aparte, ha armado zaperocos que aturden a los profesores, los directores del liceo - incluyendo a su mamá - y a los de los liceos cercanos que piensan que son mejores que el nuestro. Y estos zaperocos son muy importantes para conseguir apoyo adolescente.

Nuestro Presidente ha amenazado a los liceos sifrinos con una coñaza si se meten con nosotros, mantiene tensa la avenida con este tema, pero pocos creen que se genere semejante peazo. Ni siquiera los panitas de Hugo. En realidad, muy pocos en el liceo - sólo los más malandros - quieren caerse a piñas con los liceos sifrinos. Los demás simplemente les va bien con las rumbas de Hugo, aparte que los demás ratas nunca tomaban en cuenta a la mayoría de los chamos del colegio, solo se quedaban con su grupito de dos o tres para ir a levantarse a las chamas del liceo sifrino.

Hugo se empató con una sifrina, pero ya terminó con ella.

¡¿Y semejante estupidez dices para animarnos?! - me parece escuchar...

Sin embargo, cuando anuncio mis creencias respecto a las expectativas de la audiencia es para levantar la sospecha de que tales expectativas no serán satisfechas.

Por ahora, queda al menos una salida sensata. Nada de matar a Chávez, nada de golpe de estado, nada de referéndum revocatorio. No, eso no es sensato en un liceo. Cada gallo debe conseguirse un pana ratica. Alguien que ande con el más rata del liceo, para que lo apadrine.

Así que, estimados lectores opositores, si no han logrado tener un amigo chavista que los represente, es el momento de buscarlo. La política no debe ser un obstáculo para la amistad. Busquen dentro de sus gustos musicales, literarios, intereses espirituales y personales, hobbies, talentos e incluso cosas que detestan. Algunas de estas serán compartidas con el grupo que sienten que odian. Una vez que cada opositor tenga a un chavista que lo represente se habrá dado el primer paso.

No será posible abusar de ningún gallo sin generar un conflicto de algún rata con otro. Los gallos entenderán mejor a los ratas, e incluso pensarán que no son mala gente. No dirán que son ignorantes, negros desdentaos y sin cultura. Los ratas no dirán que los gallos son unos interesados insensibles, materialistas que viven en teorías y que nunca han pasado hambre.

Poco a poco, la paz, en medio de camisas azules y beige se forjará, en medio de la dinámica de secundaria.

Eso... o que abran cancha en el patio del liceo... lo cual - aquellos que recuerdan episodios bélicos de secundaria - siempre eran decepcionantes, torpes y breves.

martes, febrero 10, 2009

"Vivir una vida real como un ataque al corazón,
real como tener sexo sin condón,
real como cualquier barrio de cualquier planeta,
real como mis hermanas, que no se han hecho las tetas. "
Se aproximan otras elecciones y hacemos lo posible, en nuestro sano juicio, por convencernos de que es lo más importante a nuestro alrededor.
Recién siento la sensación de que estar ocupado es una metáfora y en realidad estamos desorientados, como si algo nos hubiera soltado en medio de un monte. Estamos demasiado ocupados (desorientados) como para prestar atención. Ya faltan pocos días para votar, es el día después del Día de los Enamorados. Más de un@ irá a votar con cara de content@, poco le importará el NO y/o el SÍ de la pantallita comparados con los síes y los noes de la noche anterior.
Claro, ¡¿pero de qué hablo?!... ¿de perversa lujuria? ¿Lascivo romance? En lugar de cosas importantes (¿elecciones?)
Hoy viví de cerca la tentación criolla de dirigirme al Pueblo. Tengo la idea de que tod@ hereder@ de Bolívar ha sentido la tentación de detenerse ante una masa de gente y pronunciar unas palabras sentidas, pedagógicas, iluminadoras… y luego retirarse y seguir con su vida ocupada (confundida) porque la política no es para gente decente.
La rutina tiene momentos que atomizan la masa, individua las mentes sofocadas en medio del zaperoco. Uno de esos lugares espectaculares del continúo espacio/tiempo es cuando el andén de la estación de Petare se rebosa de gente. Una vez que te das cuenta - desde arriba - que no puedes seguir caminando porque no cabe más gente abajo, notas como derredor tienes decenas de personas con sus mentes también recién despegadas del conglomerado ensordecido que se iba a montar en las escaleras mecánicas.
Y cuando te asomas y ves el andén es cuando llegas a entender a Chávez y sus predecesores. Sientes un fresco por ver la masa desde arriba desde un punto de vista privilegiado. Sientes que podrías gritar hacia abajo, solicitar la atención de cientas de personas y que ellos atenderían. Primero por curiosidad, pero luego, estando tan ocupados (confundidos) podrían tomarte en cuenta y seguir con sus vidas después de vivir un episodio de frenesí caraqueño.
Y esta experiencia imaginaria de poderío carismático es también profundamente escatológica. En pocos segundos el andén se desocupa y terminas frota’@, espaturra’@, apreta’@. Y allí agradeces estar en Caracas y no en París. Porque aquí al menos olemos bien.
Ves la prensa, notas con agradecimiento que hoy no hay cuerpos calcinados en la primera página (saturado). Hoy, para mayor alivio, los titulares tienen que ver más con “política”. Así vamos, de elección en elección, pensando que es lo más importante. Más importante que el calentamiento global, que querer, ser querido, que vivir en paz, que la gente calcinada, que la gente que calcina a otros, que la impunidad, que la injusticia, que la pobreza, que los presos, que los niños de la calle, que el embarazo precoz, el SIDA, la gripe aviar y todos los demás artefactos ingeniados desde el cerebro más vergatario del mundo para distraernos de votar, que es lo más verdaderamente importante (agotado).

Iré a votar como quién fuma sabiendo que da cáncer. Votaré con la esperanza de que seamos de las últimas generaciones que viva en un sistema tan perverso como la “democracia” electoral.
Habiendo dejado el cigarrillo, no he podido dejar el hábito autodestructivo de votar.
Quisiera imaginar un mundo sin elecciones y sin tiranos al mismo tiempo. La utopía de un mundo sin Estado que burocratice y desordene todo, la Utopía de un mundo sin desalmados que liquidan millones de empleos y se quedan con su bono de desempeño de un millón de dólares.
Para quiénes se lo preguntan, a ese mundo me refiero cuando pongo “libertarian” en mi Facebook.

viernes, enero 30, 2009

El día de hoy he llegado a acumular suficiente absurdo para articular un nuevo post en esta, la pipa con menor contenido de sustancias peligrosas para la salud, disponible en el mercado internacional.
En apenas un par de semanas - el 2009 promete - se han podido desencajar diferentes piezas del reloj de esta bomba de tiempo que es nuestro querido mundo.
Furia centrífuga de emociones sin cuartel.
Estamos en tiempos de entrelazamiento, de tradiciones al borde del abandono, de rebeldías nuevas y todo esto al margen de lo trascendental, radicado profundamente en lo banal.
La importancia de la apariencia, del buen vestir, de los buenos modales, la cortesía, el respeto a las pequeñas cosas, lo que suele llamarse “educación” en la vida coloquial está entrelazada con algo que está pronto a sustituirle. Muchas tradiciones han ido desapareciendo, y mientras no nos parezcan totalmente exóticas o fuera de lugar nos parecerá que estamos dejando que muera algo importante de nuestras identidades.
La confianza en los colectivos sigue fluctuante ante nuestros ojos. En general, podríamos decir que los partidos políticos siguen teniendo aspectos bastante dudosos, las fundaciones con enfoque caritativo dejan cosas que desear y los grupos políticos de corte no partidista sino más bien de orden violento tienen poca legitimidad de calle. Otras instituciones de otro corte, como la iglesia o la masa informe que conforman los medios de comunicación social corporativos y los comunitarios han visto sus legitimidades individuarse de manera profunda.
En cuanto al orden de las cosas en nuestro país, la pregunta es: ¿la democracia es importante en Venezuela?
La democracia como modelo político no luce necesariamente como el favorito de los venezolanos y las venezolanas. Tampoco es el más cómodo. La democracia, y particularmente una democracia de izquierda auténtica, requiere de una alta tolerancia a la incomodidad, lo cual no abunda particularmente en nuestro país. Y no me refiero al discurso auto-narcótico de algunos círculos dentro de la denominada “oposición” respecto a la imposibilidad del comunismo en nuestro país porque al venezolano le gusta comprar como loco.
Voy por la playa del frente, el asunto incómodo de la democracia es que hay que proponer desde liderazgos atomizados para que el sistema esté sano. En una democracia de corte zurdo se necesita de la circulación de acciones e ideas espontáneas pensadas en función del bien común. También atomizadas en cientos de miles de personas orientados a mejorar la vida de millones de personas a su alrededor.
Sin embargo, estas acciones no suelen visibilizarse y articularse en nuestro entorno político. De hecho, todo lo bueno y lo malo de nuestro peculiar ambiente de partidos y elecciones gira en torno de la figura del presidente, de manera prácticamente exclusiva. Entonces, la democracia ¿ofrece algún valor configurador a nuestro sistema político?: Sí, pero sobretodo a la fachada.
Más allá de la frase famosa de Bolívar respecto a la permanencia prolongada de un ciudadano en el cargo presidencial – a lo cual sucedió, unos años después, la autoproclamación de Bolívar como Dictador – el afianzamiento de la noción de importancia de un líder único que unge con su palabra las iniciativas de los diferentes colectivos de un país y maldice los otros nos coloca en un punto donde resulta sumamente adverso el construir una cultura democrática de liderazgos que puedan coexistir desde diferentes aristas de manera más o menos pacífica y simbiótica orientadas desde el principio del bien colectivo.
Por los momentos quizás quede luchar por lo incómodo, por lo justo, por la renovación permanente de nuestro modelo de convivencia, incluyendo su fachada.

martes, enero 06, 2009

"Año nuevo, vida nueva, más alegres los días serán"

El estribillo resuena en el cajón del pecho y no ha finalizado la primera semana del último año con un solo dígito de la primera década del tercer milenio en curso de la era cristiana.

La Billo's es un ícono de la nostalgia, al menos para nosotros. La gaita, también, a pesar de sus intentos de rejuvenecimiento, sigue siendo la misma gaita, más o menos desde que nací. La época que precede al año nuevo por nuestros predios está repleta de años viejos por alguna suerte de paradoja, lo cual nos hace indagar en un misterio anejo a nuestro época: ¿Y cómo - o qué - hacían antes?

¿Qué se bailaba antes de la Billo's? ¿Antes de 5 pa'las 12? ¿Antes de Maracaibo 15, Gran Coquivacoa y el Inmortalísimo Monumental de la Gaita, Ricardo Aguirre, con La Grey Zuliana?

¿Antes se bailaba? ¿Qué se hacía, en aquel tiempo cercano a la génesis del universo previo a Billo's, Los Melódicos, el furruco, los despojos del Arquitecto de Sueños y las predicciones de Hermes?

Por supuesto, la seriedad de tales cuestiones merecen una respuesta. Pero no la daré yo.

Lo que quisiera perforar con un pequeño chinche metafísico y dejarlo colgado en este corcho virtual al menos unos cuantos días - nótese mi ambición desmedida - es que en nuestra tierra y en nuestro tiempo se vuelve clásico lo que logra perdurar por más de 30 años. Lo peor - o lo mejor -, es que no nos sorprende en absoluto. La liviandad de nuestra estética es tal que las formas de lo bueno, lo bonito, lo feo, lo bello y lo trascendente varían como los precios de los artículos de consumo diario.

No confundamos las ligeras manifestaciones estéticas de la moda de pasarela que se define a sí misma por temporadas, si no aquella belleza que hace varios años tenían los atardeceres, una belleza profundamente amarrada al sonido de punteo de una guitarra, que ahora es como más bien Zen. Sin dejar a un lado la dolorosa contradicción para nosotros de empezar a sentir nostalgia por un pasado no vivido, mientras la disolución de los proyectos organizadores del mundo hacen el futuro cada vez más incierto y, por ende, menos susceptible de inspirar ánimo de lucha.

Do you follow me?

No quisiera profundizar mucho más en esta idea hasta el punto de que parezca algo preocupante, porque no lo es necesariamente. Quizás sea más bien vicioso contener un ancla estética de la contemplación y ver lo bonito más o menos igual siempre, o nunca sentir nostalgia. Pero bueno, según lo prometido y lo que ordena la costumbre, no me queda más que desearles un ¡¡¡¡¡¡¡FELIZ AÑOOOOOOOOOOO!!!!!!!!