lunes, julio 13, 2009

Provoca irse para el carajo. Sí, claro que provoca. Pero el camino para el carajo está alfombrado de innumerables obstáculos. Pero alfombrado, no tupido como un bosque tropical selvático lluvioso de grandes y portentosos árboles, sino alfombrado de nimiedades de la estatura de una fibra sintética altamente inflamable.

Es tan vulgar el tipo de cosas que hay que hacer para salir de aquí por un rato, que utilizando la bendita metáfora de la alfombra de tonterías, uno se siente culpable, por primera vez, de que la digna alfombra persa esté en la misma categoría de los alfombrados alergénicos de oficina. Es como la diferencia entre una pieza de Bach y el hilo musical de un ascensor.

Brutal divagación, brutal. He estado pensando en insurgir. En rebelarme finalmente de manera práctica y contundente ante el estado de las cosas, tan ruidosamente envilecido, tan escandalosamente banal, tan invasivo en su ajenidad perpetua. Y quizás la manera de hacerlo sea a la antigua, con un manifiesto, un partido político ilegítimo no registrado en ningún papel oficial y una propuesta insensata. O quizás no. Es esa apertura a las alternativas, esa duda constante, un "tal vez yo no tenga la razón", esa serenidad la que frena el ímpetu de mi manifestación definitiva contra todo. Es como una explosión cuyas esquirlas van pidiendo disculpas en el camino mientras tropiezan, desgarran y rompen. Y termina siendo todo más como una nube que como un estallido.

Y es aquí, en esta nube de humo metafórico y virtual, donde se desanudan las trenzas de mi cotidianidad entrecortada. Y probablemente ustedes ahora tengan esa cara, la cara de que este es "otro post de esos que no entiendo" o de repente les parece que es encantador.

Y esa ambivalencia, que es tan parecida a mi "tal vez yo no tenga la razón" debe ser lo que me mantiene escribiendo. La esperanza de que ocurran cosas fuera de esta pantalla que no me ocurren a mí, sino a ustedes. Cosas que ocurren cuando leen esto. Sin ninguna pretensión iluminista, sino más bien romántica.

Y cómo quisiera creer apasionadamente que ir a protestar soluciona algo y no que empeora la experiencia trágica de la urbanidad. Cómo quisiera creer que nuestras instituciones cumplirían su rol si nos quejáramos más. Amaría pensar que nada más nos falta aprender a trabajar con más ímpetu, que Venezuela es un país de flojos y que teniendo petróleo y tantos recursos la tenemos mucho más fácil. Sobre todo, adoraría que alguno de los clichés vespertinos de costumbre me confortara ligeramente, me diera algo de cobijo, me ofreciera algo de tranquilidad injustificada, plenamente inconsciente y carente de culpa.

Quisiera pensar que la miseria que hay en nuestro país es mucho menor que la de otros países, que esa hambre que sienten millones de personas es mucho menos hambre que la de los pobres en África, en Asia, en el Caribe o en cualquiera de nuestros países cercanos. Que aquí es más fácil ser pobre porque al menos el mango y el plátano se dan en todas partes, no como en el desierto, donde crece el odio con cierta dificultad, pero nada de frutales y verdor.

Sí, mucha divagación, a raudales.

Y he pensado, cómo no, he pensado en fundar un partido. En llamarlo El Bate. Y colocar de lema "Nosotros sí arreglamos las vainas a los coñazos". Se podría entrar sin cédula, ni pasaporte, ni siquiera necesitaríamos foto para el carné. Pero cada quien tendría que comprar o hacer su propio bate. Los fundamentos básicos del partido serían difíciles de establecer en una primera instancia, pero muchos problemas nacionales pueden resolverse con mayor efectividad y solvencia con un bate que con el gobierno o las marchas.

No hacen falta más partidos que ensucien las paredes de papel engomado en las elecciones y que nos hagan gastar nuestros impuestos en más colores para el tarjetón. Hace falta amor. Y un poco de madera.

1 comentario:

diukbigat dijo...

Definitivamente al surrealismo no se le pueden aplicar formulas demasiado estructuradas por razones obvias.
El camino del exilio (voluntario, impuesto, como sea)siempre es un salto al vacio, y el paracaidas al principio no se abre. (Ni pensar en llevar uno auxiliar).
Pero luego de las primeras caidas y por ende de los primeros co... queda la satisfaccion del yo puedo, yo sigo, yo soy y "Gracias a Dios": Yo pienso.
En todo caso cada dia de la vida nos presenta encrucijadas y el tomar un camino, irremediablemente nos aleja definitivamente del otro.
Y como bien dices, a lo mejor en el carajo uno vive mas comodo, la pregunta es si vivira mas plenamente...