jueves, diciembre 16, 2010

¡Buenas tardes a todos alrededor del planeta! Me parece que leer blogs es una actividad fundamentalmente vespertina. Pero estoy casi seguro de que esa generalización es demasiado arriesgada para ser cierta. Hoy, luego de haber llegado de nuevo a suelo patrio, mi permanente huida de la realidad me ha recordado acerca de un “insight” que surgió hace algunos meses.
Nuestra lucha, la de nuestra generación, es una lucha estrictamente perceptual, una pelea con nuestros sentidos y la definición de lo real. Décadas de preocupación acerca de nuestros cuerpos nos han vuelto totalmente inconformes, años de frustración con los sistemas políticos nos han vueltos rebeldes/apáticos y toneladas de comida falsa han transformado al colon en el órgano emocional por excelencia.
El engaño sistemático al que es sometido nuestro paladar es apenas una caricia en comparación con nuestra perenne búsqueda de lo real o, mejor dicho, nuestro insistente cuestionamiento. Algunas de mis películas favoritas – y de las más taquilleras – tratan este asunto. Algunos ejemplos notables son Matrix, 6to Sentido, Inception y Avatar. Y a partir de ellas voy a comentar acerca de las coordenadas de nuestros más sensibles cuestionamientos, en términos absolutamente “pop”. La verdad me divierte cuando no necesito citar a ningún señor de barba larga y mirada psicodélica para hablar de estas cosas.
En Matrix, como en Avatar, se cuestiona la sustancia de la realidad como un fenómeno corporal y se reduce a un evento psicológico. La prevalencia de la mente se manifiesta en la posibilidad de morir dentro de la Matriz, mientras que en Avatar es el cuerpo el que prevalece. Puede sorprender que en esa misma década, los planteamientos acerca de la prevalencia de la economía del conocimiento y las organizaciones que aprenden hayan sido planteamientos que surgieran en paralelo, como latidos de un mundo que pensaba en dar un giro en una dirección distinta, mientras que la cirugía plástica y los trastornos de autopercepción siguen su curso rampante en el desgarramiento de nuestras entrañas existenciales. Por supuesto, que estos giros no son más que mudanzas, pero ya volveré sobre ello.
En 6to Sentido, se plantea la pregunta: ¿la realidad y la vida son indivisibles? ¿Acaso la experiencia terrena es indispensable para la percepción de la realidad? Para ello, se da sustancia a los muertos y el personaje que puede verlos pareciera ver algo que en efecto “está allí”, pero que los demás no pueden ver. Por el contrario, los muertos parecen estar engañados en su propia muerte, penando en un mundo que no les es propio y solo el perdón – propio o de alguien más – o incluso la justicia, son capaces de volverles a su propia realidad.
En Inception, en cambio, el mundo onírico y la vigilia son los planos en los cuales se colocan los límites borrosos de la realidad. Estar despierto se cuestiona como elemento indispensable de lo real y la prevalencia de la mente sobre el cuerpo se vuelve a asumir, como en el caso de Matrix y Avatar.
En definitiva, nuestros cuestionamientos acerca de lo real se concentran y circulan de manera cíclica respecto a un grupo de malestares y aspiraciones fundamentales. Acerca de esto hablaré en el próximo post, para que este no sea demasiado largo.

lunes, septiembre 20, 2010

Las elecciones me erosionan la paciencia. Es uno de esos eventos de masa que detesto con todo mi ser, como las marchas, los discursos placeros, los planes vacacionales, las misas, las caminatas al Sambil, etc. No me gustan para nada por una razón sencilla: todo el mundo jura que se le está comiendo.
Yo pensaba que de lejos me iba a pegar menos, pero es peor. Hay gente que no me escribió por meses - si, es contigo cabeza de piña - y me mandan un link por el muro de Facebook. Y yo digo "Ah, que fino! Seguro es una vaina cómica". Y me encuentro con esta vaina!. Oigan, por favor... Yo no soy abstencionista, a diferencia de Eudomar Santos. No hace falta que me convenzan de hacer algo que siempre hago. He votado en todas las elecciones que me han tocado desde que puedo y cada vez que veo los resultados - tanto electorales como prácticos - termino ligeramente decepcionado. Y eso porque soy un pesimista pragmático, porque si no andaría deprimido como va a estar el 80% de la gente que anda ahora creyendo que se le están comiendo y que van a arreglar el país con unas elecciones. El otro 20% no se va a deprimir simplemente porque van a seguir creyendo que se le están comiendo, ganen o pierdan.
Siempre hay alguien así, el tipo que llega con el Blackberry último modelo que se compró en Miami y se lo muestra a todo el mundo. La típica chama que se hace las tetas y llama a todas las amigas - especialmente las que las tienen chiquitas - y se las lleva a todas para el baño a mostrárselas.
Y las elecciones hacen que todo el mundo se comporte más o menos de esa manera, como antes de un juego de pelota. Y dirán que soy un agüao, pero es que no me gusta la euforia colectiva. Para mi la euforia y la pasión deberían ser algo privado y sin ropa, preferiblemente.
Lo otro es que me anden diciendo algo que iba a hacer por mi propia iniciativa. Me revienta. Es como que te digan: "Si te dan ganas de cagar, anda al baño". Pana, es lo que hago. Yo voto y cada vez que veo a la gente por la que voto hablando tonterías siento que fui para el baño en lugar de votar. Porque, de pana, les falta tumbao, les falta "punch", malicia, guaguancó, no se como decirlo, pero es que la gente de Primero Justicia es más insípida que tetero de espaguetti.
Y no me tomen a mal, esto no es un discurso en contra del voto, es un pronunciamiento en contra del absolutismo electoral. El voto no es nuestro deber ciudadano, es lo mínimo que se puede hacer. El ciudadano que vota y no hace más nada es un ciudadano mediocre. Es el equivalente a un empleado que llega y sale a la hora sin hacer nada en la oficina. Entonces, no crean que porque van a votar y se informan acerca de los candidatos están haciendo una gran vaina, porque no es nada. Voy a votar porque me preocupa la inseguridad? NO. Voy a votar porque me toca, porque es mi derecho y mi deber (y porque me sale del forro). O es que le vas a meter el meñique morado al malandro por el ojo? La inseguridad se combate de muchas maneras y ninguna incluye campaña electoral, videítos de youtube con coreografías sosas y lemas pegajosos. Igual la pobreza, la indigencia, el deterioro de los servicios públicos, el racismo y la xenofobia. Así que vayan, voten, hagan su campaña y emociónense si es lo que les gusta. Pero no se queden ahí. Y no me manden a votar.
Gracias.

sábado, agosto 28, 2010


No me gustan las teorías de conspiración. Que si la invasión, la CIA y la culpa es de la vaca. Nada de eso. Me gusta cuando la gente asume sus responsabilidades, se deja de tonterías y empieza a echarle bolas al asunto. Sin embargo, últimamente ando preocupado porque sospecho que hay un organismo de inteligencia venezolano y me tienen pillado. Desde hace un par de meses me empezaron a mandar la programación mensual del Teresa Carreño. Y ayer me llegó una invitación a la Red de Escritores del ALBA. Es decir, saben que soy un tipo que se las da de intelectual y mandándome esos correos me quieren hacer saber que saben quién soy. Es un "estás pillao" digital, o algo por el estilo. Por supuesto, deben haber leído este blog, probablemente hayan fruncido el ceño cuando dije que nuestro Presidente era una rata, pero de pana que lo dije como un gesto de cariño y jamás lo hubiera hecho despectivamente. Todo el mundo sabe que "rata" en el bachillerato era algo bien fino y que mientras más rata eras mejor. Otra cosa que de repente no le gustó a la gente de la Agencia de Inteligencia Venezolana, en adelante AIV, que anda detrás de todo esto, fue cuando hablé de la nacionalización de la voluntad política, el rechazo al monopolio de la incompetencia por parte del Estado, mis críticas a la ciudadanía caraqueña, el desprecio que muestro por la manipulación política y emocional del pueblo venezolano y mi cinismo gratuito hacia muchas de las cosas que podrían ser consideradas buenas, tanto por la gente que financia la AIV como por la gente que está siendo perseguida por la AIV.
Insisto, a mi no me gusta andar de paranoico, pero esto es obviamente obra de espionaje venezolano. ¿Cómo van a mandar el programa del Teresa Carreño justo cuando no estoy en Venezuela? ¿De dónde sacaron que me gusta ir al teatro o que me gusta escribir? ¿Cómo consiguieron mi correo? ¿De dónde sacaron que soy escritor?
No señor, esto está bien raro. Bien, bien raro. Pero insisto, que de verdad yo no soy así tan opositor como ellos creen, yo soy más bien de izquierda, hasta sería anarquista si no fuera tan flojo. Sólo que estoy en desacuerdo con las arbitrariedades del Presidente de turno, la corrupción descarada del funcionariado, el despilfarro de los fondos públicos, la insolencia de algunos voceros del Gobierno, la desidia con la que se administra Caracas, el descuido del espacio público y que siempre le anden echando la culpa a otra gente de todos los errores cometidos. En el fondo, es una autocrítica, de verdad, no me considero escuálido, porque a pesar de que soy blanco cuando no llevo sol, apenas me pega un rayo de sol me pongo como marroncito. Ahora me doy cuenta de eso aquí en Europa, donde la gente que es blanca es blanca en serio, y eso sí que es bien escuálido. No me tomen por racista, solo que me parece más bonita la piel cuando tiene algo de color. Sé que mis amigos opositores verán esto como una suerte de salto atrás, de falta de heroísmo e incluso cobardía. Pero verán, mi posición siempre ha sido clara, estoy en contra de la polarización, del odio, del racismo, la xenofobia y la arbitrariedad. Si el que contribuye con eso es miembro del PSUV o de Primero Justicia no hace ninguna diferencia para mí. Siempre que alguien tenga una cuota de poder, por mínima que sea, merece ser sometida al escrutinio del cinismo. El poder no es cómodo, o en todo caso, no debe serlo. Incluso la omnipotencia acepta la existencia del pecado. Y ese gesto de humildad divino es solo un ejemplo.
Yo seguiré en esta esquina, incluso desde la distancia pensando en ustedes cada día. Leyendo cada vez la programación del TTC. Imaginando la sonrisa de un funcionario del AIV leyendo esto, en una oficina secreta.

lunes, julio 19, 2010

Luego de varios encontronazos con el pensamiento popular en Europa, he decidido escribir al respecto. Especialmente, el tema de la burqa. Las prohibiciones del uso de la prenda se extiende. Hoy leo que hasta a Siria le ha dado por prohibir su uso en las universidades. Lo que más me sorprende (o que me abochorna), es que esta persecución de brujas del Siglo XXI es hecha en nombre de la dignidad de la mujer, la libertad e incluso, de la transparencia. Si los reportajes dan a luz argumentos escandolosos por parte de la izquierda, de la derecha, del feminismo y de los supuestos defensores de la libertad, los comentarios publicados a pie de página dan escalofríos.
Obviamente, lo que publico aquí es mi opinión personal, fundada en la completa ignorancia del fundamento de la decisión de usar la burqa o no. Igualmente, ignoro si es una humillación para la mujer - así como si hubiera una mujer universal e indivisible. Ignoro, adicionalmente, si esto representa un peligro para la identidad nacional de los países donde residen las mujeres que usan la burqa, ni mucho menos sé si es un riesgo para la seguridad nacional de estos mismo países. Finalmente, ignoro si a la gente le parece coqueto, radical, feo, inmoral o bueno para proteger la piel contra los rayos ultravioleta.
Pero en fin, de todas todas, es un asunto serio. Demasiado serio... Por supuesto, quisiera pensar que es un ataque de nervios. Me da por pensar (y hasta me da risa) que hayan políticos en Europa que critiquen que hayan unas pocas personas que decidan taparse la cara por sus creencia religiosas, mientras que sus mujeres libres e independientes emplean mujeres con rostros descubiertos para cuidar a sus hijos, mientras otros niños que no son rubios ni independientes, ni mucho menos europeos, crecen sin conocer a sus madres.
Me hace caerme a carcajadas, que un continente que quedó en ruinas por nacionalismos asesinos, vuelva sobre sus pasos, alimentando las más patéticas xenofobias y discriminaciones, en nombre de la secularidad y los derechos de la mujer. El sueño europeo, que era un sueño de ideales y no de riqueza, comienza a mostrar su rostro de pesadilla hipócrita y engañosa. Políticos de Francia, el país que revolucionó el pensamiento hacia el mundo secular ahora ve tambalear la pretendida igualdad e identidad nacional y se zambulle sobre unos poquísimos miles de personas. En Gran Bretaña, encuestas aluden a una mayoría apoyando la misma prohibición, mientras que en España, los catalanes son pioneros en la prohibición.
Casi no puedo ni respirar de la risa, al pensar en la satisfacción de quienes piensan que estas prohibiciones son liberadoras y la justifican afirmando que nadie puede conseguir un trabajo usando una burqa, ni manejar y que es (sic) una violación a la libertad de la mujer. Yo, siendo hombre, latinoamericano, occidental y profundamente ignorante acerca de las diferentes religiones que no son la católica, considero que se puede vivir con la gente que usa burqa y que ellos deberían poder vivir a nuestro alrededor. Y especialmente,
Al final, esta lógica malsana de forzar la adaptación de quienes se forjan una vida fuera de sus países es para mí, difícil de delimitar. Y sobretodo, este innovador sistema de liberación a través de prohibiciones  me hace dudar acerca de la cordura de la gente donde una vez se inventó la lógica. Hoy la burqa. Mañana, ¿qué?

martes, junio 01, 2010

A veces me pregunto que ha pasado con la cordura. Peor aún, examino el mundo cercano y el mundo lejano que solo conozco por la prensa y por los cuentos que me echan los panas. Y la cordura, me parece a mí, es un mito. Un recuerdo borroso de una era inventada por esta misma locura en dónde estamos, en medio de la nada. La historia, dicen los contempóraneos, es escrita en el presente. Un cuento que le echan a uno para formar parte de algo. Los mismos que dicen que todo tiene una historia. Es decir, que todo tiene un cuento que le precede, que se escribió casi en paralelo al tiempo al que se escribe el mundo. Un cuento en clave presente, acerca del presente.
En ese cuento se hablan de cosas interesantes. De la libertad, de la independencia, de la democracia, de la pobreza, del petróleo, de la guerra. Hechos dicen, hechos que son como un polvo gris disuelto en la memoria que arma un pegoste al que le dicen identidad nacional. Desde hace tiempo ando enfrascado en este tema. Los que se van de Venezuela no son los que se están muriendo de hambre, no son los que están en el frente de guerra. Los que estamos fuera, estamos en búsqueda de un sueño que no existe, detrás de una historia que queremos escribir en otra parte porque el lienzo patrio se nos puso muy aguado y ya se borra todo lo que se escribe ahí. Un aborto de sueño con pretensiones de pesadilla.
No es tan malo, claro. Capaz ni malo es. Pero es el cuento lo que aterra, el cuento. Cientos de muertos por semana dicen quiénes solo han ido a funerales de gente vieja. Me cansa, me cansa la historia patria de pasillo. El futuro del mundo, nuestro futuro, está en manos de quiénes dicen ser los normales, los cuerdos, los correctos. Me dicen, me dijeron, que Caracas está muy peligrosa, que no regrese, que no vaya. Me dicen que se va la luz, que no hay agua, que el malandraje está cada vez peor, que me quede aquí.
Aquí, me encontré un periódico por ahí en una barbería, acompañando a un pana a que se cortara el pelo. El periódico tenía de titular que los conservadores tendrán que arreglar el desastre que hicieron los del partido laboral. ¿Cuál desastre? La inmigración. Lo que dice el nuevo ministro es básico: los del partido anterior dejaban entrar cientos de miles por año. Los conservadores van a reducir eso a decena de miles. Y yo me pongo así como que... ¿Sabes qué? ¡Quédate con tu isla, con tu continente, tu libra esterlina, tus euros , tu reina y lo que te de la gana!
Pero no hay por qué ponerse malcriados, rebeldes y orgullosos. Total, nosotros hicimos exactamente lo mismo. Cuando Europa se moría de hambre en la post-guerra latinoamérica no hizo otra cosa que cerrar las puertas, mandar a todos pa' su casa y quedarnos con nuestro petróleo, nuestro chocolate y nuestro café pa' nosotros. Claro, me van a decir. Es que los latinos somos criminales, somos gente mala. Estamos condenados genéticamente a ser pobres. Y entonces patean a un ecuatoriano en el metro de Madrid, devuelven con maletas y todo a turistas venezolanos, se burlan de la Tigresa del Oriente  (como todo el mundo, pero...) y dicen que eso es de "marrones". En Alemania le tienen tirria a los turcos y en Inglaterra a los polacos. Dicen, dicen que los inmigrantes les roban los trabajos.
Yo nada más me pregunto cuántos inmigrantes pusieron bonos de alto riesgo a precio de platino en la bolsa. Cuántos inmigrantes han firmado el despido de cientos de miles de empleados después de firmar el cheque del bono de 15 millones de dólares para sí mismos. Por supuesto, la gente decente dice que ese discursillo anti-inmigración es de ignorantes.
La cordura, la cordura. Será un cuento, una utopía u otra de esas promesas falsas.

miércoles, mayo 12, 2010

Visito mis recuerdos. Transito por mis días con el afán de quién quiere hacer futuro. Leo, leo a quienes han vuelto, así sea de visita. Pienso en la vuelta, pienso en quedarme. Lo curioso de colocarse en una situación de vida, por decirlo de alguna forma, es que no hay manera de no decidir, no hay manera de no hacer nada, ni mucho menos hay manera de no cambiar.
Algunos de mis amigos, habiendo regresado, quieren cambiar el país, enriquecer Caracas, hacerla distinta y mejor. Otros, aún no han concretado aún su deseo de hacer siquiera algo, pero los mueve una pasión por cambiar la ciudad, por cambiar el país, por ser el motor de algo mejor. Una amiga, en cambio, confronta el cambio personal y el de la ciudad que se escapan ambos de las manos, menos motor, más timoneando en un mar heraclitense que no es el mismo nunca, donde se funden yoes, aspiraciones, sueños y renacimientos.
Otros, que han decidido quedarse, siguen activos en la fuerza cerebral, con su prosa cínica y radiante procuran dar oxígeno a un tejido intelectual moribundo desde otro punto de vista.
Por mi lado, mi contribución ha ido poco a poco empobreciéndose por la distancia, por la falta de interés en la política, por la negligencia ilustrada que me precede y de la que siento que formo parte. Quizás he intentado argumentar y solidificar mi falta de patriotismo, pero no es otra cosa que mera irresponsabilidad.
He intentado, como quién no quiere la cosa, dar a mi cinismo un toque de insight, que se pierde  en la lógica cotidiana, que no da tregua a la esperanza.
Mi esperanza en un país mejor, en una ciudad mejor y, para más vaina, en un mundo mejor, no es otra cosa que estos cuentos que se burlan de lo cotidiano, que esperan que al menos se rompa algo en el atol del estado de las cosas. Pero quién ha visto atol, sabe que esa vaina no se rompe, sino que lo traga todo y se queda igualito. Sin ser motor, ni veleta y poco más que nada en todo este merequetén, hoy decaigo en mi prosa, decaigo en una nota más reflexiva, mucho más personal. Lo peor de todo, quizás, es que esta no hace gracia.
La experiencia europea, una vez desmitificada, es aún interesante. Para quién logra subsistir es, en varios sentidos, lo que quisiéramos para nuestra ciudad, para nuestro país e incluso para nuestro mundo. La cosa es que nuestros tiempos han desechado toda esperanza inocente, todo proyecto incólume. Ya hoy sabemos de varias utopías fracasadas, sabemos que el socialismo apenas ha tenido frutos frágiles en los países nórdicos - pero sus fracasos son rotundos - que la economía de mercado es implacable y que la utopía libertaria, con la cual me identifico, es un fenómeno playero, difícil de trasladar a otros mundos y que requiere, quizás, de un apocalipsis para poder germinar.
Pensar en la estancia, en la postergación de las decisiones, es como estar sentado en un carrito de una montaña rusa, sabiendo que los rieles terminan en un hueco. De vez en cuando, pienso en qué haré, si saltar al vacío sin carrito o con carrito. Sin embargo, no hay manera de que pare de repetirme: "Ya veré"


viernes, abril 30, 2010

Luego de leer y escribir por semanas aún sufro de una inquietante lentitud. Mi entusiasmo vacila ante la complejidad del reto: escribir un ensayo al día. Y,  ¿cómo es que - preguntarán ustedes - justo cuando estás hasta la cabeza se te ocurre perder el tiempo escribiendo en el blog? La respuestas es sencilla: para darme ánimo.
El ocio, desde mi perspectiva, no es la madre de todos los vicios. Es la fuente primigenia de las ganas de hacer las cosas. Quien no pierde el tiempo, no halla como utilizarlo. Nadie sabe lo que tiene hasta lo que pierde, dicen por ahí. Pues bien, así me pasa con el tiempo. Cada minuto lanzado por los aires se convierte en un minuto de trabajo apasionado, de pensamiento fértil y sin tregua, ¡de lanza de fuego intelectual!
Bueno... quizás exagero, pero como ven, he perdido apenas unos pocos segundos y ya me siento eufórico, ya creo que podría escribir no uno, sino dos ensayos hoy mismo, 6 horas pa' uno y 6 pal' otro. Y listo y me doy el lujo de que me sobre tiempo. Esta euforia tiene que tener algún sentido. Me pongo a pensar y recuerdo aquellas borracheras donde uno piensa en arreglar al mundo, lanzarse a presidente o montar un negocio infalible - como revolucionar la industria de las obleas y dominar el mercado nacional, reinvirtiendo la gigantesca ganancia. Sólo por poner un ejemplo. De hecho, perder el tiempo pensando en tonterías es tan estimulante, que no hace falta tomar más que un café. El dichoso café que puede terminar siendo un jugo sin azúcar. Porque ahora la gente tiene unos hábitos extrañísimos.
Recuerdo vagamente la contemplación, que es la única forma de perder tiempo que no me pone eufórico. Contemplar, dejar que la mirada se pierda entre las capas de la realidad, la memoria y el tiempo, para atravesar cada segundo y multiplicarlo en ensoñaciones. La contemplación, ya lo saben muchos de ustedes, es mi otra actividad favorita. Pero por razones distintas. Rompe la lógica aritmética del tiempo, hace que uno se proyecte en un lugar fuera de los límites del aquí y el ahora, en un vacío somnoliento y aplastante.
Pero bueno, luego de perder un par de minutos, ya me siento listo para escribir mis últimos ensayos académicos. Quizás los últimos en mi vida. Y no podían terminarse con calma, con planificación acertada y frialdad anglosajona.
Esto se termina con dramatismo, bailándolo pegao, sin saber si viene una cachetada o un beso apasionado. Así, con la vida, no se pierde el tiempo, se desliza una mano por el brazo de la responsabilidad, se le sujeta la cintura a la culpa y con un gesto de torero histérico se planta uno sobre el suelo: como si con ese paso se detuviera el flujo de la vida. Para distraer la existencia de sus obligaciones con una vuelta, y luego, dejándole caer en nuestros brazos, atrevernos a darle un beso.
¡Váyalo!

jueves, abril 01, 2010

Mi estado de aislamiento parece rozar el autismo. Mi pérdida de contacto con la realidad global me hace sentir como un yanomami, pero un yanomami que fue caraqueño y que fue soltado en un pueblo remoto en el centro de Gran Bretaña.
No he leído, visto, ni escuchado nada respecto al "mundo". Recientemente, durante una llamada telefónica, me comentaron que el Euro había bajado porque a Grecia le estaba yendo muy mal. En otra llamada me dicen que el tema de la energía/agua/clima sigue mal en Venezuela. Por un correo me comentaron que el horario laboral en Caracas está siendo controlado por el Estado, debido a la situación de emergencia.
Uno de mis co-habitantes en mi Chabono estilo inglés me comenta que Escocia está congelada y sumida en caos en pleno abril - valga la exageración, pero es el mismo cuento de "la puntica nada más". Y yo me pregunto: ¿Dónde estaba yo mientras todo eso pasaba? ¿Cómo sigo enterándome de todo por llamadas, correos y comentarios?
Pero quizás lo que me causa más inquietud, desde hace varios años, es la ferocidad con la que la "realidad" persigue a la gente - o simplemente a mí. Ya lo saben ustedes, que no leo el periódico, no veo televisión, ni escucho la radio. Simplemente porque estoy convencido - luego de una minuciosa investigación - que la relevancia de las noticias es minúscula, en relación al malestar que me generan. Mi supervivencia hasta el día de hoy evidencia varias cosas, que no necesariamente demuestran que los medios tradicionales son inútiles. 

1. La solidaridad de mis cercanos: quienes procuran mantenerme informado acerca de las cosas importantes, como la cantidad de muertos en los terremotos, las barbaridades que dijo mi presidente en su más reciente alocución, la cantidad de asesinatos/secuestros/robos/fiestas que ocurren cada día, dos o tres en Caracas durante mi ausencia, y todas esa información sin la cual, sin duda, hubiera perecido sin remedio.
2. Mi fortuna: toco madera mientras escribo esto y les pido hagan lo mismo - que me ha permitido sobrevivir a mi distracción crónica. He notado justo a tiempo que caminaba directo hacia los rieles del metro o cruzar la calle cuando no es, o preguntarle a la persona equivocada una dirección - aunque en Caracas es más fácil porque usan un uniforme para qué sepas que no son de fiar.
3. La sobreestimación del efecto mariposa: si bien suena muy interesante todo aquello de la interconexión de los fenómenos y uno se siente super-cool cuando piensa que cada movimiento que uno hace provoca terremotos, libera parte de la energía que el sol usa en cada explosión mega-cataclísmica y un gran ete-cetera pues... esta frase es tan larga que es casi incomprensible, pero muestra parte del punto... si todo estuviera tan interconectado como se supone, como es que sin saber nada de nada, sin leer ni media tontería, sigo en pie, como otros cientos de millones de ignorantes en este mundo de Dios

Ahora, esto explica mi supervivencia, parcialmente. Pero... ¿qué hay acerca de la furiosa realidad, que como sabueso de caza me olfatea y persigue adonde quiera que voy? ¿Qué motiva a la información odiosa a mostrarse desnuda, cual histérica, en mi cara, sin que yo le abra la puerta?
Tengo mis sospechas. Una, se basa en las sospechas de otras personas, que llamaré la gente-cool (1). La gente-cool opina que con el tiempo y la energía suficiente, las creencias de la gente se vuelven ciertas. Pero no en el tono romántico al estilo de Henry Ford ni nada de esas políticas anti-semitas, que terminaron siendo ejecutadas. A lo que quiero apuntar, pero que ando saboteando con sistematicidad, es que la realidad sabe que si no me entero de ella corre peligro de muerte. Y a la realidad, como a todos, no le gusta morirse. A la realidad le gusta seguir siendo como es, con su drama repetitivo de estadísticas sordas que lanzan aullidos de espanto. Le gusta ofrecer un panorama inasible, indestructible, inmutable. A la realidad le encanta escuchar que "siempre ha sido así", "nunca vamos a cambiar", "me da igual", "a mí me tocó peor" y todos esos clavos que sostienen los post-its endebles del orden-normal-y-establecido-de-las-cosas. O el status-quo, para los desentendidos.
En definitiva, lejos de presentar esto como un manifiesto - me disculpo, porque he convertido un mantra personal en una entrada de mi blog - seguiré escuchando de segunda mano de la realidad, de esa realidad que quiero que desaparezca cada vez que cierro los ojos. La realidad por la que nadie con corazón lucha, pero siempre está en la primera plana, en los titulares de la mañana del noticiero y que transmiten por la radio a manera de desayuno.
Mis genes me proveen de una furiosa distracción crónica, muchas veces más furiosa que la realidad misma. Gracias a Dios.

(1) La gente-cool se refiere a los neo-pragmátistas como Richard Rorty y Richard Bernstein, los socioconstruccionistas como Kenneth Gergen y John Shotter, los discursivistas como Jonathan Potter y Mick Billig y uno que otro loco de El Tocuyo que anda por Caracas hablando solo.

martes, marzo 16, 2010

Recientemente Tim Burton le ha dado un nuevo respiro a Alicia, pero sobre todo, al País de las Maravillas. Aquello de una revisión hollywoodense de la obra de Lewis Carroll. Claro está, la literatura desafiante de lo establecido con su lírica enloquecida y retorcida es convertida en algo similar a un folletín de autoayuda pseudo-épico. Y con todo y eso, me gustó la película. Claro, mi mal gusto para el cine es ampliamente reconocido - por mí mismo, solo que con los brazos abiertos - y tampoco es que la crítica cinematográfica sea un tema realmente excitante.
Debo admitir, sin embargo, que hay narrativas tan poderosas que pueden sobrevivir a Hollywood. El Gato de Cheshire, espectral y loco como él solo, apasionado por un Sombrero y con una enorme sonrisa. Sonrisa que me hizo recordar El Espanto. Para algunos de mis lectores esto es exageradamente criollo, mientras para otros será calificable de antiguo. Hace mucho tiempo atrás, cuando no se sacaban cuentas acerca de cuanta gente mataban en Caracas por día - te lo juro pana, que no contaban los muertos ni al año - eso fue mira... como hace veintipico de años. No había BB, Internet, Facebook, Twitter, iPod, iPhone, iTunes, iPad... de vaina había iMamá, pero eso era cuando la vaina estaba muy fea. En fin, ya me desvié del punto. En aquella época de salvajismo apátrida sin violencia del siglo pasado, había un grupo de enorme influencia en la escena musical venezolana denominado Carota, Ñema y Tajá. Nombre cuyo origen se remonta al uso vulgar de un pseudo-castellano castizo, muy inferior por supuesto, al pseudo-inglés de mano rota que predomina en las clases "medias" urbanas actuales.
Girando el timón sin delicadeza alguna, el asunto se refiere al muerto sin cabeza que no tenía pantalón ni camisa, tenía las manos en los bolsillos y una macabra sonrisa. Ustedes se imaginarán qué impacto puede tener escuchar semejante canción y ver Alicia en el País de las Maravillas en la misma etapa del desarrollo cognitivo de una persona, dícese la infancia. Bueno, !si pudieran mirarme! El peso psicológico de la experiencia infantil es para toda la vida, bueno, para casi toda... bueno, mientras se tenga memoria.
En fin, Cheshire, un pueblito famoso por su queso, mucho más pequeño que la ilustre ciudad de Barquisimeto - cerca de la cual se hace un queso muy bueno, por ahí por Quíbor (1).
El queso, los gatos y los espantos decapitados que sonríen.
Resulta de particular intriga el que dos países tan poderosos, pero tan diferentes como el Reino Unido y Venezuela  (2) compartan la fascinación por las sonrisas imposibles. La diferencia de la fascinación vendría de dos fuentes diferentes. Para los británicos lo realmente fascinante es que hay sonrisas imposibles, y constreñidos por esta aplastante verdad, administran su sonrisa con empeño, con miedo de no sonreír de una manera imposible por accidente y pocas veces pasan del mutismo a la carcajada haciendo la breve parada en la sonrisa (3). En cambio, en Venezuela se encuentra muy entretenido decir que algo es imposible, pero por puro capricho, casi sabiendo que es perfectamente factible y siempre se anda buscando que lo imposible pase y nos entristece, de corazón, que las cosas que creemos imposibles, sean imposibles (4).
Y así, llegamos a la conclusión de que el mapa de nuestro destino está en los bolsillos del espectro desnudo y nuestra máxima felicidad otro imposible, obstaculizado por la muerte, el hambre y la desesperanza. Pero, por alguno razón, a esta gente no le hace mella la realidad, lo que le hace mella son los sueños.
En adelante, brindaré por las sonrisas imposibles.


1. Que es casi tan pequeño como Cheshire
2. Si los dos se ponen de acuerdo podrían decirle chao al planeta por puro capricho
3. Quizás tienen miedo de espectralizarse o de convertirse en mininos
4. Todo el mundo sabe que los espectros decapitados sonríen por ahí cerca de Cabudare, sobretodo  en El Tocuyo, aunque ya ha perdido su potencia creadora de visionarios. En Choroní el consumo de guarapita en exceso permite vislumbrar la presencia de estos entes sobrenaturales.

jueves, febrero 25, 2010

Ya pasó un mes. Con retraso escribo esta entrada, luego de la larga espera, para poder quejarme. Durante un mes no he emitido una sola queja respecto a mi país, mi gobierno, mis compatriotas y para más vaina, he hablado con cuánto loco me he encontrado en la calle, balbuceado en inglés, español, francés y eslovaco, para hacerme entender y entender uno que otro indigente, uno que otro pedigüeño, que por mala fortuna vino a dar conmigo y no con alguien que le diera dinero.
Durante este largo mes de abstinencia, he notado que varios de mis cercanos son activos en la blogosfera. Algunos desde hace tiempo, otros han empezado apenas a contribuir a esta maraña de letras, exclamaciones y bramidos. La gran mayoría, exceptuando algunos poetas, embisten furiosamente contra sus propios egos desplegados, contra la nación, la política, los políticos, la basura en la calle y el tráfico - y en algunos casos las sórdidas mitologías.
Al filo de este descubrimiento he surcado insistentemente sobre estas lecturas y algunas otras. Y he llegado a esta extraña, bastante snob conclusión, de que vivimos en la era post-briceñista. En su momento, Briceño Iragorry, hizo una terrible acusación, que al mismo tiempo se convirtió en dictamen. Nuestro patrimonio intelectual - empobrecido por las dictaduras, los caudillos y los juegos políticos - es incapaz de dar una explicación consecuente de quiénes somos como venezolan@s, por qué somos como somos, más allá de una injusta visión de nuestra ascendencia, que coloca al español como tirano violador, al indio como perezoso drogadicto y al negro como animal salvaje.
Cuando ya han pasado unas cuántas décadas y  aquel Mensaje sin Destino se quedó flotando en la bandeja de Spam, a voces elevamos nuestro grito crujiente en contra de la traición que la oscura politiquería nos jugó a todos, viendo como el proyecto de vida que se nos ofreció, el de ser alguien en la vida, cae dramáticamente en desuso, y terminamos siendo nadienes con títulos pomposos e inútiles, que son vencidos con humillante facilidad, bien sea por la experiencia, el networking, la crisis financiera, la irrelevancia del conocimiento académico, el relativismo cultural reinante en los departamentos de selección y reclutamiento a nivel mundial, la escasez de sueños dorados, la fenomenología anal del management y la cruda afectividad del discurso político.
Aquí, más cerca ya del mango que del filo, queda pendiente aún saber, si ante la decadente figura del intelectual criollo, que ahora aplaude como foca o gruñe como perrito, es el papel de esta extraña comunidad circense y virtual - de la cual soy apenas una ínfima manifestación - el ofrecer una explicación o al menos buscarla. Considerar no como un honor heredado de intelectual de boina azul, sino como un deber trabajoso y relativamente imposible, dar con una lógica que nos permita aceptarnos como somos.
E incluso preguntar, con esa duda suicida que sólo puede existir en la mente criolla, si es necesario entendernos, si es que acaso hace falta ser aceptados por nosotros mismos. Desafiando así la psicología del sentido común y las más clásicas fórmulas que conciernen al amor propio y la capacidad de mejorar nuestro status, quiénes muchos consideran vengonzoso.
Sin embargo, queda pensar - al fin y al cabo este papel aguanta incluso más que todo - si distanciados y cercanos, tan microscópicamente cerca, la identidad nacional es algo más que literatura. Y no porque el efecto de la distancia diluya la potencia del afecto patrio, sino porque precisamente ahora, cuando la intelectualidad se ha desfigurado en una masa informe de profesionales frustrados y politiqueros oportunistas. Precisamente ahora, podemos notar con claridad, que tras los agudos análisis, las acusaciones bien fundamentadas, los datos y las tendencias... Podemos palpar que sigue estando hueco.

sábado, febrero 20, 2010

Recuerdo con vaguedad el día que alguien me aseguró con pleno convencimiento que el demonio camina sobre nuestro mismo suelo. Era una señora, de las que va a misa con frecuencia y reza el rosario a diario. La evidencia era muy sencilla: nadie puede ser malo por sí mismo y había mucha maldad en la calle, más de la que cualquier maltrato o mala cosa que pudiera pasarle a nadie pudiera explicar. Ergo el innombrable se ocupa de poseer a los espíritus débiles, a aquellos que no creen, ni tienen nadie que ore por ellos y los domina por el tiempo suficiente para acometer un acto oscuro y vil.
En esta batalla entre el bien y el mal es la fuerza del espíritu que cree, el último - y también el único - recurso, en contra de la evidencia, la frialdad de la ciencia moderna y la cada vez más aplastante banalidad de las instituciones. Y de allí mi admiración por la Fé a ciegas, el convencimiento estéril e improductivo, la oración muda, la piedad incorruptible ante el egoísmo y la maldad. Confirmo, con no tanta verguenza como debería, que un desafortunado desbalance entre mi materia gris y calculadora, respecto a la potencia de mi espíritu, me hacen alguien perezoso para la creencia, y más aún para el convencimiento. Incluso ante la evidencia de la superioridad cierta de mi intuición frente a mis más elaborados cálculos y elucubraciones, que con paradójica economía, hacen que la duda sea mucho más firme y menos costosa que creer.
Como cosa rara, he meditado y le he buscado más de 5 patas al gato de mi incredulidad cínica y torpe. Pudiera pensar, por ejemplo, que es un asunto de roles. Al ser yo una mera manifestación del más salvaje machismo criollo, mi espíritu estaría convencido que eso de creer y de obedecer es de mujeres; pero no de hombres. Con acercarse a una misa católica basta para notarlo: ancianas, muchas de ellas viudas, pueblan las naves de la iglesia. Los niños, la mayoría a la fuerza, se sientan inquietos y muchas veces lloran e interrumpen la ceremonia con su vitalidad explosiva y desquiciada. Si hay hombres, son ancianos, acompañando a su señora, condecendientes. O, en los casos excepcionales, donde la tragedia de la muerte de un amigo o conocido obliga presentarse, como un caballero, ante el Señor, los dolientes y los restos del difunto. En este entorno, el espíritu de un varón crece convencido de que no es actividad viril y decide renunciar a la creencia, obviando sin embargo, que creer requiere de un enorme vigor: el del largo aliento, la virtud del que vence tras 12 asaltos de sangrienta lucha contra un rival de igual categoría, no del que vence siempre en los primeros asaltos ante uno más débil.
Sin embargo, no es convincente. La lectura de ficciones, la escritura de poemas y cuentos, la incompetencia descalabrada en las actividades atléticas de todo tipo y una cobardía espasmódica hacen que el argumento del macho criollo caiga sobre suelo afilado y se despedace. En momentos de fortaleza, me alivia el poder de lo intangible, teniendo fuerzas para creer y dejando las dudas a un lado. Como aquel día que una gitana me dijo que no tenía problemas con Dios. O aquel otro que fui calificado como una persona espiritualmente reconfortante. Incluso cuando se me afirmó, con una certeza asombrosa, que tenía facultades.
Claro, la duda, amiga de la pereza, dominan mi estado de ánimo la mayor parte del tiempo y lo anterior queda relegado a un tapiz, una huella en el camino.
Esto me recuerda, azarosamente, la anécdota que cuenta de una Oficina de Asuntos Ocultos en las Repúblicas Soviéticas. Una mezcla de Stasi con Expedientes X, que perseguía a los practicantes de cualquier religión durante la era comunista, pero más curiosamente, a los practicantes de la magia y la hechicería. Era la manifestación de un autoritarismo debilucho que había volcado toda la fuerza del caudillismo mágico hacia un cientificismo fervoroso y autómata. Está claro que la tendencia latinoamericana hacia la izquierda no es tan impía, y comulga con muchos credos. Es una izquierda ególatra, que al considerase incapaz de renunciar a la espiritualidad nativa, sólo cree en sí misma. Aceptando, con una mezcla de recelo y temor, la presencia de hechiceros, sacerdotes y shamanes. En esta demagogia de saberes y creencias, muchos encuentran la explicación de la potencia de la popularidad de nuestros caudillos. Oscuros encantamientos, sacrificios y rezos; amuletos creados para la permanencia en el poder, la invulnerabilidad y el encanto de las masas de corazón enamoradizo.
Se habla, como se conversa desde que América existe, que una nueva potencia surge, el Brasil, O país mais grande do mundo. Se dice también, que Venezuela ha caído en desgracia. Pero, como quién duda endémicamente en una población de 1, debo decir que ninguna profecía ni cálculo, cuando concierne a las Américas, es definitiva.
Como decía Blasco Ibañez, en América, 2 y 2 no son siempre 4.


domingo, enero 24, 2010


Pasé una excelente temporada en mi país, apreciando todas las cosas que la petulancia de las responsabilidades laborales me impedía. No pasó mucho tiempo, cuando habiendo regresado y sentido la soledad más profunda que había sentido jamás, súbitamente vino el alud de PUM! Bing! POW! Bang! y ahora... Luce como se que fue todo al carajo: otra vez.
Afortunadamente estuve concentrado en mis responsabilidades estudiantiles y no le presté demasiada atención. Primero, PUM! la devaluación. Leí, inmediatamente en mi noticiero favorito: "Pero qué ganas de joderle los planes a uno vale!", en otro canal un colega soltó que esta medida no afectaba sólo su estrategia, sino también su moral. Inmediatamente una avalancha de comentarios condenaron la apatía reinante, la cobardía, la plana y absoluta impotencia de todos los venezolanos, que ahora, adicionalmente a todas las desgracias, tenían que enfrentar esto. Una muy buena amiga, quién antes era una talentosa blogger, soltó con furia: "por eso estamos jodidos, porque nada más protestamos por el Facebook", o algo muy parecido. Muchas personas que conozco inmediatamente atribuyeron el problema a la gente que aún cree en Chávez, porque parece ser, que únicamente en la política es donde creer en algo o en alguien importa, más incluso que las acciones. Así como que si sólo la fe sostuviera el poder.
Luego, Bing!, racionamiento de agua y energía eléctrica. El Niño nos fregó otra vez, aparentemente, sin previo aviso, nos secó las represas hidroeléctricas. Ojalá fueramos un país petrolero para poder tener plantas termoeléctricas, o haber aprovechado el ingreso que tuvieron esos países durante la bonanza de los 2000s, y buscar más fuentes de energía. Sospecho que algo más pasa, tengo ese presentimiento, quizás sea mi sangre india que se conecta con el flujo del tiempo y me dice que quieren engañarnos, y que hay algo más allá.
Sigue, POW!, la tierra tiembla, devorándolo todo. Miles de haitianos son devastados, miles de familias que ya conocían solo la miseria, ahora están sumidas en lágrimas, enfermedad y muerte. En Venezuela, sendos temblores crean temor. Y, espasmódicamente, el gran líder suelta la perla: Es Estados Unidos, otra vez, el responsable de esto. Una potente arma experimental que es capaz de generar terremotos está siendo usada por las élites que dominan a los Estados Unidos para chantajear al resto del mundo. Así, el presidente demostraba su capacidad para creer en el pueblo también y en lo que diga cualquiera. Una historia muy similar a la de Coca Cola Zero, cuya evaluación experta provino de una cadena de correos. Credulidad de magnitud tepuyense o caradurismo de proporciones amazónicas.
Conozco muchas personas que defenderían rabiosamente cualquiera de los postulados anteriores. Desde la clarísima existencia del mega-arma-gringa-del-fin-del-mundo hasta la absoluta responsabilidad de los seguidores del gran líder sobre el estado de las cosas en mi país.

Pero prosigamos, porque la trifulca a lo Adam West no se queda allí. Cierre de RCTV, otra vez. Sí, usando una figura retórica muy común en las canchas de basket en Petare, Chávez se enamoró de RCTV. Y, Bang!, esta vez no me tomo la molestia de revisar las fuentes, probablemente sea un rumor, como el del mega-arma-gringa-del-fin-del-mundo, pero por alguna razón estoy bastante seguro de que lo que dicen mis fuentes es cierto. Cerraron RCTV, y probablemente sea porquesí. Confieso que no sé de que se va a perder la audiencia de RCTV. No veo televisión desde hace varios años y desconozco que daño o beneficio, en términos de contenido, se hace mediante el cierre del canal. La única forma de que me importara menos la programación de RCTV, o de Globovisión, o de Venezolana de Televisión, o de TVes, sería que... no hallo ninguna manera en que me importe menos su programación, pero hay algo acerca de andar cerrando canales de televisión que no está bien. Los despliegues de arbitrariedad los desprecio desde que era un chamito enclenque en el preescolar y el gordo grandulón quería imponernos su voluntad. Lo malo es que esta vez no hay maestra a quien llorarle.
Pero sin duda alguna, el golpe más duro, es Zam! "qué fácil es quejarse desde afuera, no?" Muchos pensarán, mientras leen esto, que el valor relativo de mis aserciones es minúsculo porque no estoy allá, sintiéndolo de cerca. Sin embargo, con humildad y probablemente con desacierto, he intentando ofrecer ideas, muchos pensarán que absurdas para dar otro rumbo a mi país. Quizás mis amig@s, quienes son la mayoría de los que leen este blog no son lo suficientemente poderosos para que los experimentos que propongo funcionen. Yo, por mi mismo, no tengo el poder para hacer que las cosas cambien, que el odio se diluya, las mentiras cesen y no nos sigan tratando como idiotas.
Hace más de 8 años decidí dejar de ver televisión en Venezuela. Lo decidí convencido de que los canales dominantes no son otra cosa que la tarima de la canallada y la politiquería, de la mentira, los simplismos, la defensa de la estupidez y de la superficialidad, los auténticos coroneles de la miseria espiritual y directos responsables del odio que tiñe casi cada palabra que la gente que quiero dice o escribe.
Y aún así, prefiero que hayan muchos, para que se distribuya y la pestilencia no se concentre tanto.
Pocas veces, en los últimos años había sentido este pesar. Quizás es la distancia que me hace creer, con la credulidad de magnitudes monumentales que nos caracterizan como pueblo, que si estuviera allá sería menos impotente.
Confieso, sin embargo, que solo he dado mis ideas, las he practicado con insolencia y he abierto mi corazón a gente que piensa distinto a mi cada día, que miro a los ojos a los indigentes, a los locos y a los niños de la calle y que eso me ha costado cientas de conversaciones que yo no hubiera querido tener, pero hicieron una diferencia para alguien, un día, 5 minutos. No he peleado nunca con un guardia cara a cara, pero cada vez que siento que el odio toca mi corazón, lucho por transformarlo en algo diferente. Jamás he utilizado la bandera de mi país para otra cosa que no sean celebrar sus victorias en el deporte y no me gustan las marchas, no creo en la efectividad, ni en la eficacia de las demostraciones de poder de las masas.
No creo en las mayorías, porque los errores de muchos juntos pueden convertir un leve desatino en un terremoto. No creo en las guerras, ni en la defensa violenta de las ideas, porque los medios prefiguran los fines y toda idea que ha sido defendida con la vida de alguien, pronto muestra no haber valido la pena.
Tengo amigos chavistas, tengo amigos escuálidos, tengo amigos que preferirían vivir en un país donde su posición política no fuese importante. Y creo que las posiciones políticas de ellos no explican de ninguna forma por qué los quiero. Los quiero por su inteligencia, por su pasión, por su coraje, sus ganas de que el mundo sea mejor, porque tienen sueños y por están dispuestos a reclamarle a la fábrica de la realidad que los produzca.
Por eso les pido, que pase lo que pase, no se maten entre ustedes. Porque son mi gente.
Por qué, pregunto yo, es tan difícil amar a los demás?
Por qué, cuándo el gobierno se pronuncia con arbitrariedad, muchos aplauden y sienten un fresquito  sólo porque le están jodiendo la paciencia a los escuálidos?
Por qué, cuando durante el Carmonazo se disolvieron los poderes y se borraron las letras de la Constitución que habían sido aprobadas en referéndum, algunos de ustedes sintieron ese fresquito y aplaudieron también?
Por qué creen que la culpa es de los demás?
Les propongo una solución. Veamos si esta funciona. Cállense por un mes. No digan nada. No se quejen de nada. Bañense con su totuma, prendan sus velitas, hablen acerca del béisbol, la telenovela y de cuánto tiempo les tomó hacer el Sudoku. Lean nada más las noticias de deportes y de farándula. Pero cuando caminen por la calle mirenle la cara a los locos, respóndanle a los niños de la calle viendoles la cara, no bajen la mirada cuando vean un policía o un guardia nacional en la calle.
No vean televisión, ni escuchen la radio, pero salgan a caminar por el centro de la ciudad, déjense golpear por sus pestilencias, no visiten el Sambil ni ningún mall con su aire esterilizado. Tómense una mañana de un fin de semana y móntense en un sanruperto y veanle la cara a los que se montan a pedir. Pero callen, nunca se quejen, ni protesten durante ese mes. Visiten Capitolio, Petare, Parque Carabobo. Caminen por la calle, entre los charcos pestilentes, rodeados de comida humeante y de fruta fresca. Mantengan los ojos abiertos, no dejen que su corazón se calme ante las miradas de los que pueden estar armados, esperando por aprovecharse de su distracción. Vean a la gente, escuchen sus gritos voceando lo que venden, escuchen con cuidado las alarmas, las cornetas, los tiros, el llanto de los niños. Concéntrense en eso y no protesten, sólo callen.
En un mes, pueden volver a protestar. Pero querrán hacer algo mucho mejor que catarsis. O al menos, ese es mi plan.

P.D1: Nadie tiene por qué exigirme a mi lealtad, ni a mi, ni a nadie. Oyó, señor Presidente?. Nadie es el Pueblo.
P.D2: La imagen del Kapow fue tomada de http://goodcomics.comicbookresources.com con la esperanza de que no hayan problemas con eso