viernes, enero 30, 2009

El día de hoy he llegado a acumular suficiente absurdo para articular un nuevo post en esta, la pipa con menor contenido de sustancias peligrosas para la salud, disponible en el mercado internacional.
En apenas un par de semanas - el 2009 promete - se han podido desencajar diferentes piezas del reloj de esta bomba de tiempo que es nuestro querido mundo.
Furia centrífuga de emociones sin cuartel.
Estamos en tiempos de entrelazamiento, de tradiciones al borde del abandono, de rebeldías nuevas y todo esto al margen de lo trascendental, radicado profundamente en lo banal.
La importancia de la apariencia, del buen vestir, de los buenos modales, la cortesía, el respeto a las pequeñas cosas, lo que suele llamarse “educación” en la vida coloquial está entrelazada con algo que está pronto a sustituirle. Muchas tradiciones han ido desapareciendo, y mientras no nos parezcan totalmente exóticas o fuera de lugar nos parecerá que estamos dejando que muera algo importante de nuestras identidades.
La confianza en los colectivos sigue fluctuante ante nuestros ojos. En general, podríamos decir que los partidos políticos siguen teniendo aspectos bastante dudosos, las fundaciones con enfoque caritativo dejan cosas que desear y los grupos políticos de corte no partidista sino más bien de orden violento tienen poca legitimidad de calle. Otras instituciones de otro corte, como la iglesia o la masa informe que conforman los medios de comunicación social corporativos y los comunitarios han visto sus legitimidades individuarse de manera profunda.
En cuanto al orden de las cosas en nuestro país, la pregunta es: ¿la democracia es importante en Venezuela?
La democracia como modelo político no luce necesariamente como el favorito de los venezolanos y las venezolanas. Tampoco es el más cómodo. La democracia, y particularmente una democracia de izquierda auténtica, requiere de una alta tolerancia a la incomodidad, lo cual no abunda particularmente en nuestro país. Y no me refiero al discurso auto-narcótico de algunos círculos dentro de la denominada “oposición” respecto a la imposibilidad del comunismo en nuestro país porque al venezolano le gusta comprar como loco.
Voy por la playa del frente, el asunto incómodo de la democracia es que hay que proponer desde liderazgos atomizados para que el sistema esté sano. En una democracia de corte zurdo se necesita de la circulación de acciones e ideas espontáneas pensadas en función del bien común. También atomizadas en cientos de miles de personas orientados a mejorar la vida de millones de personas a su alrededor.
Sin embargo, estas acciones no suelen visibilizarse y articularse en nuestro entorno político. De hecho, todo lo bueno y lo malo de nuestro peculiar ambiente de partidos y elecciones gira en torno de la figura del presidente, de manera prácticamente exclusiva. Entonces, la democracia ¿ofrece algún valor configurador a nuestro sistema político?: Sí, pero sobretodo a la fachada.
Más allá de la frase famosa de Bolívar respecto a la permanencia prolongada de un ciudadano en el cargo presidencial – a lo cual sucedió, unos años después, la autoproclamación de Bolívar como Dictador – el afianzamiento de la noción de importancia de un líder único que unge con su palabra las iniciativas de los diferentes colectivos de un país y maldice los otros nos coloca en un punto donde resulta sumamente adverso el construir una cultura democrática de liderazgos que puedan coexistir desde diferentes aristas de manera más o menos pacífica y simbiótica orientadas desde el principio del bien colectivo.
Por los momentos quizás quede luchar por lo incómodo, por lo justo, por la renovación permanente de nuestro modelo de convivencia, incluyendo su fachada.

martes, enero 06, 2009

"Año nuevo, vida nueva, más alegres los días serán"

El estribillo resuena en el cajón del pecho y no ha finalizado la primera semana del último año con un solo dígito de la primera década del tercer milenio en curso de la era cristiana.

La Billo's es un ícono de la nostalgia, al menos para nosotros. La gaita, también, a pesar de sus intentos de rejuvenecimiento, sigue siendo la misma gaita, más o menos desde que nací. La época que precede al año nuevo por nuestros predios está repleta de años viejos por alguna suerte de paradoja, lo cual nos hace indagar en un misterio anejo a nuestro época: ¿Y cómo - o qué - hacían antes?

¿Qué se bailaba antes de la Billo's? ¿Antes de 5 pa'las 12? ¿Antes de Maracaibo 15, Gran Coquivacoa y el Inmortalísimo Monumental de la Gaita, Ricardo Aguirre, con La Grey Zuliana?

¿Antes se bailaba? ¿Qué se hacía, en aquel tiempo cercano a la génesis del universo previo a Billo's, Los Melódicos, el furruco, los despojos del Arquitecto de Sueños y las predicciones de Hermes?

Por supuesto, la seriedad de tales cuestiones merecen una respuesta. Pero no la daré yo.

Lo que quisiera perforar con un pequeño chinche metafísico y dejarlo colgado en este corcho virtual al menos unos cuantos días - nótese mi ambición desmedida - es que en nuestra tierra y en nuestro tiempo se vuelve clásico lo que logra perdurar por más de 30 años. Lo peor - o lo mejor -, es que no nos sorprende en absoluto. La liviandad de nuestra estética es tal que las formas de lo bueno, lo bonito, lo feo, lo bello y lo trascendente varían como los precios de los artículos de consumo diario.

No confundamos las ligeras manifestaciones estéticas de la moda de pasarela que se define a sí misma por temporadas, si no aquella belleza que hace varios años tenían los atardeceres, una belleza profundamente amarrada al sonido de punteo de una guitarra, que ahora es como más bien Zen. Sin dejar a un lado la dolorosa contradicción para nosotros de empezar a sentir nostalgia por un pasado no vivido, mientras la disolución de los proyectos organizadores del mundo hacen el futuro cada vez más incierto y, por ende, menos susceptible de inspirar ánimo de lucha.

Do you follow me?

No quisiera profundizar mucho más en esta idea hasta el punto de que parezca algo preocupante, porque no lo es necesariamente. Quizás sea más bien vicioso contener un ancla estética de la contemplación y ver lo bonito más o menos igual siempre, o nunca sentir nostalgia. Pero bueno, según lo prometido y lo que ordena la costumbre, no me queda más que desearles un ¡¡¡¡¡¡¡FELIZ AÑOOOOOOOOOOO!!!!!!!!