martes, junio 01, 2010

A veces me pregunto que ha pasado con la cordura. Peor aún, examino el mundo cercano y el mundo lejano que solo conozco por la prensa y por los cuentos que me echan los panas. Y la cordura, me parece a mí, es un mito. Un recuerdo borroso de una era inventada por esta misma locura en dónde estamos, en medio de la nada. La historia, dicen los contempóraneos, es escrita en el presente. Un cuento que le echan a uno para formar parte de algo. Los mismos que dicen que todo tiene una historia. Es decir, que todo tiene un cuento que le precede, que se escribió casi en paralelo al tiempo al que se escribe el mundo. Un cuento en clave presente, acerca del presente.
En ese cuento se hablan de cosas interesantes. De la libertad, de la independencia, de la democracia, de la pobreza, del petróleo, de la guerra. Hechos dicen, hechos que son como un polvo gris disuelto en la memoria que arma un pegoste al que le dicen identidad nacional. Desde hace tiempo ando enfrascado en este tema. Los que se van de Venezuela no son los que se están muriendo de hambre, no son los que están en el frente de guerra. Los que estamos fuera, estamos en búsqueda de un sueño que no existe, detrás de una historia que queremos escribir en otra parte porque el lienzo patrio se nos puso muy aguado y ya se borra todo lo que se escribe ahí. Un aborto de sueño con pretensiones de pesadilla.
No es tan malo, claro. Capaz ni malo es. Pero es el cuento lo que aterra, el cuento. Cientos de muertos por semana dicen quiénes solo han ido a funerales de gente vieja. Me cansa, me cansa la historia patria de pasillo. El futuro del mundo, nuestro futuro, está en manos de quiénes dicen ser los normales, los cuerdos, los correctos. Me dicen, me dijeron, que Caracas está muy peligrosa, que no regrese, que no vaya. Me dicen que se va la luz, que no hay agua, que el malandraje está cada vez peor, que me quede aquí.
Aquí, me encontré un periódico por ahí en una barbería, acompañando a un pana a que se cortara el pelo. El periódico tenía de titular que los conservadores tendrán que arreglar el desastre que hicieron los del partido laboral. ¿Cuál desastre? La inmigración. Lo que dice el nuevo ministro es básico: los del partido anterior dejaban entrar cientos de miles por año. Los conservadores van a reducir eso a decena de miles. Y yo me pongo así como que... ¿Sabes qué? ¡Quédate con tu isla, con tu continente, tu libra esterlina, tus euros , tu reina y lo que te de la gana!
Pero no hay por qué ponerse malcriados, rebeldes y orgullosos. Total, nosotros hicimos exactamente lo mismo. Cuando Europa se moría de hambre en la post-guerra latinoamérica no hizo otra cosa que cerrar las puertas, mandar a todos pa' su casa y quedarnos con nuestro petróleo, nuestro chocolate y nuestro café pa' nosotros. Claro, me van a decir. Es que los latinos somos criminales, somos gente mala. Estamos condenados genéticamente a ser pobres. Y entonces patean a un ecuatoriano en el metro de Madrid, devuelven con maletas y todo a turistas venezolanos, se burlan de la Tigresa del Oriente  (como todo el mundo, pero...) y dicen que eso es de "marrones". En Alemania le tienen tirria a los turcos y en Inglaterra a los polacos. Dicen, dicen que los inmigrantes les roban los trabajos.
Yo nada más me pregunto cuántos inmigrantes pusieron bonos de alto riesgo a precio de platino en la bolsa. Cuántos inmigrantes han firmado el despido de cientos de miles de empleados después de firmar el cheque del bono de 15 millones de dólares para sí mismos. Por supuesto, la gente decente dice que ese discursillo anti-inmigración es de ignorantes.
La cordura, la cordura. Será un cuento, una utopía u otra de esas promesas falsas.