domingo, enero 24, 2010


Pasé una excelente temporada en mi país, apreciando todas las cosas que la petulancia de las responsabilidades laborales me impedía. No pasó mucho tiempo, cuando habiendo regresado y sentido la soledad más profunda que había sentido jamás, súbitamente vino el alud de PUM! Bing! POW! Bang! y ahora... Luce como se que fue todo al carajo: otra vez.
Afortunadamente estuve concentrado en mis responsabilidades estudiantiles y no le presté demasiada atención. Primero, PUM! la devaluación. Leí, inmediatamente en mi noticiero favorito: "Pero qué ganas de joderle los planes a uno vale!", en otro canal un colega soltó que esta medida no afectaba sólo su estrategia, sino también su moral. Inmediatamente una avalancha de comentarios condenaron la apatía reinante, la cobardía, la plana y absoluta impotencia de todos los venezolanos, que ahora, adicionalmente a todas las desgracias, tenían que enfrentar esto. Una muy buena amiga, quién antes era una talentosa blogger, soltó con furia: "por eso estamos jodidos, porque nada más protestamos por el Facebook", o algo muy parecido. Muchas personas que conozco inmediatamente atribuyeron el problema a la gente que aún cree en Chávez, porque parece ser, que únicamente en la política es donde creer en algo o en alguien importa, más incluso que las acciones. Así como que si sólo la fe sostuviera el poder.
Luego, Bing!, racionamiento de agua y energía eléctrica. El Niño nos fregó otra vez, aparentemente, sin previo aviso, nos secó las represas hidroeléctricas. Ojalá fueramos un país petrolero para poder tener plantas termoeléctricas, o haber aprovechado el ingreso que tuvieron esos países durante la bonanza de los 2000s, y buscar más fuentes de energía. Sospecho que algo más pasa, tengo ese presentimiento, quizás sea mi sangre india que se conecta con el flujo del tiempo y me dice que quieren engañarnos, y que hay algo más allá.
Sigue, POW!, la tierra tiembla, devorándolo todo. Miles de haitianos son devastados, miles de familias que ya conocían solo la miseria, ahora están sumidas en lágrimas, enfermedad y muerte. En Venezuela, sendos temblores crean temor. Y, espasmódicamente, el gran líder suelta la perla: Es Estados Unidos, otra vez, el responsable de esto. Una potente arma experimental que es capaz de generar terremotos está siendo usada por las élites que dominan a los Estados Unidos para chantajear al resto del mundo. Así, el presidente demostraba su capacidad para creer en el pueblo también y en lo que diga cualquiera. Una historia muy similar a la de Coca Cola Zero, cuya evaluación experta provino de una cadena de correos. Credulidad de magnitud tepuyense o caradurismo de proporciones amazónicas.
Conozco muchas personas que defenderían rabiosamente cualquiera de los postulados anteriores. Desde la clarísima existencia del mega-arma-gringa-del-fin-del-mundo hasta la absoluta responsabilidad de los seguidores del gran líder sobre el estado de las cosas en mi país.

Pero prosigamos, porque la trifulca a lo Adam West no se queda allí. Cierre de RCTV, otra vez. Sí, usando una figura retórica muy común en las canchas de basket en Petare, Chávez se enamoró de RCTV. Y, Bang!, esta vez no me tomo la molestia de revisar las fuentes, probablemente sea un rumor, como el del mega-arma-gringa-del-fin-del-mundo, pero por alguna razón estoy bastante seguro de que lo que dicen mis fuentes es cierto. Cerraron RCTV, y probablemente sea porquesí. Confieso que no sé de que se va a perder la audiencia de RCTV. No veo televisión desde hace varios años y desconozco que daño o beneficio, en términos de contenido, se hace mediante el cierre del canal. La única forma de que me importara menos la programación de RCTV, o de Globovisión, o de Venezolana de Televisión, o de TVes, sería que... no hallo ninguna manera en que me importe menos su programación, pero hay algo acerca de andar cerrando canales de televisión que no está bien. Los despliegues de arbitrariedad los desprecio desde que era un chamito enclenque en el preescolar y el gordo grandulón quería imponernos su voluntad. Lo malo es que esta vez no hay maestra a quien llorarle.
Pero sin duda alguna, el golpe más duro, es Zam! "qué fácil es quejarse desde afuera, no?" Muchos pensarán, mientras leen esto, que el valor relativo de mis aserciones es minúsculo porque no estoy allá, sintiéndolo de cerca. Sin embargo, con humildad y probablemente con desacierto, he intentando ofrecer ideas, muchos pensarán que absurdas para dar otro rumbo a mi país. Quizás mis amig@s, quienes son la mayoría de los que leen este blog no son lo suficientemente poderosos para que los experimentos que propongo funcionen. Yo, por mi mismo, no tengo el poder para hacer que las cosas cambien, que el odio se diluya, las mentiras cesen y no nos sigan tratando como idiotas.
Hace más de 8 años decidí dejar de ver televisión en Venezuela. Lo decidí convencido de que los canales dominantes no son otra cosa que la tarima de la canallada y la politiquería, de la mentira, los simplismos, la defensa de la estupidez y de la superficialidad, los auténticos coroneles de la miseria espiritual y directos responsables del odio que tiñe casi cada palabra que la gente que quiero dice o escribe.
Y aún así, prefiero que hayan muchos, para que se distribuya y la pestilencia no se concentre tanto.
Pocas veces, en los últimos años había sentido este pesar. Quizás es la distancia que me hace creer, con la credulidad de magnitudes monumentales que nos caracterizan como pueblo, que si estuviera allá sería menos impotente.
Confieso, sin embargo, que solo he dado mis ideas, las he practicado con insolencia y he abierto mi corazón a gente que piensa distinto a mi cada día, que miro a los ojos a los indigentes, a los locos y a los niños de la calle y que eso me ha costado cientas de conversaciones que yo no hubiera querido tener, pero hicieron una diferencia para alguien, un día, 5 minutos. No he peleado nunca con un guardia cara a cara, pero cada vez que siento que el odio toca mi corazón, lucho por transformarlo en algo diferente. Jamás he utilizado la bandera de mi país para otra cosa que no sean celebrar sus victorias en el deporte y no me gustan las marchas, no creo en la efectividad, ni en la eficacia de las demostraciones de poder de las masas.
No creo en las mayorías, porque los errores de muchos juntos pueden convertir un leve desatino en un terremoto. No creo en las guerras, ni en la defensa violenta de las ideas, porque los medios prefiguran los fines y toda idea que ha sido defendida con la vida de alguien, pronto muestra no haber valido la pena.
Tengo amigos chavistas, tengo amigos escuálidos, tengo amigos que preferirían vivir en un país donde su posición política no fuese importante. Y creo que las posiciones políticas de ellos no explican de ninguna forma por qué los quiero. Los quiero por su inteligencia, por su pasión, por su coraje, sus ganas de que el mundo sea mejor, porque tienen sueños y por están dispuestos a reclamarle a la fábrica de la realidad que los produzca.
Por eso les pido, que pase lo que pase, no se maten entre ustedes. Porque son mi gente.
Por qué, pregunto yo, es tan difícil amar a los demás?
Por qué, cuándo el gobierno se pronuncia con arbitrariedad, muchos aplauden y sienten un fresquito  sólo porque le están jodiendo la paciencia a los escuálidos?
Por qué, cuando durante el Carmonazo se disolvieron los poderes y se borraron las letras de la Constitución que habían sido aprobadas en referéndum, algunos de ustedes sintieron ese fresquito y aplaudieron también?
Por qué creen que la culpa es de los demás?
Les propongo una solución. Veamos si esta funciona. Cállense por un mes. No digan nada. No se quejen de nada. Bañense con su totuma, prendan sus velitas, hablen acerca del béisbol, la telenovela y de cuánto tiempo les tomó hacer el Sudoku. Lean nada más las noticias de deportes y de farándula. Pero cuando caminen por la calle mirenle la cara a los locos, respóndanle a los niños de la calle viendoles la cara, no bajen la mirada cuando vean un policía o un guardia nacional en la calle.
No vean televisión, ni escuchen la radio, pero salgan a caminar por el centro de la ciudad, déjense golpear por sus pestilencias, no visiten el Sambil ni ningún mall con su aire esterilizado. Tómense una mañana de un fin de semana y móntense en un sanruperto y veanle la cara a los que se montan a pedir. Pero callen, nunca se quejen, ni protesten durante ese mes. Visiten Capitolio, Petare, Parque Carabobo. Caminen por la calle, entre los charcos pestilentes, rodeados de comida humeante y de fruta fresca. Mantengan los ojos abiertos, no dejen que su corazón se calme ante las miradas de los que pueden estar armados, esperando por aprovecharse de su distracción. Vean a la gente, escuchen sus gritos voceando lo que venden, escuchen con cuidado las alarmas, las cornetas, los tiros, el llanto de los niños. Concéntrense en eso y no protesten, sólo callen.
En un mes, pueden volver a protestar. Pero querrán hacer algo mucho mejor que catarsis. O al menos, ese es mi plan.

P.D1: Nadie tiene por qué exigirme a mi lealtad, ni a mi, ni a nadie. Oyó, señor Presidente?. Nadie es el Pueblo.
P.D2: La imagen del Kapow fue tomada de http://goodcomics.comicbookresources.com con la esperanza de que no hayan problemas con eso