martes, diciembre 08, 2009

Así que, finalmente, volvemos a diciembre. En este delicioso ciclo de la vida, donde se vuelve a lo nuevo y encontramos, curiosamente, una enorme satisfacción en sentir que volvemos a hacer lo mismo. La comida, la música, la bebida, la bulla, los colores. La experiencia decembrina cobra su sentido en la abundancia, la exageración y el exabrupto. Pero, ¿qué tiene que ver eso con el nacimiento de Jesucristo?


Puedo escucharlo, puedo sentirlo. Ante esta pregunta pensarán: ¿Moralista? ¿Se volvió moralista? La gente siempre cambia en esos viajes.

Pues no. No se trata de moralismos. Sería grandioso que todos nos amasemos los unos a los otros, estoy convencido de que ese mandamiento es el mejor que se haya inventado jamás – lo cual le da consistencia a su carácter divino. La época decembrina, sin embargo, si tiene que ver con el nacimiento de Jesucristo, pero desde otra perspectiva. El mundo, hace más de 2000 años, cobró un nuevo significado y esto, silenciosamente, funge de motor para una brillante euforia – y una profunda tristeza también – en el espíritu colectivo. El festejo en el derroche, que paradójicamente enaltece la riqueza por encima de la pobreza forma parte también de la tristeza que hace que millones de personas decidan terminar con su vida en esta época. De hecho, es común que la tasa de suicidios en diciembre sea la más alta del año en varios países1. Y este festejo quizás intente silenciar la culpa por el sabotaje que le hemos hecho al milagro de nuestra existencia y al mismo tiempo, festejar nuestro reconocimiento como milagro.

En todo caso, luego de esta furiosa especulación, debo decir que la dualidad decembrina nos hace revivir y encarnar la humanidad propia y la ajena, fundirnos en el torrente colectivo en búsqueda de sentido en medio del bombardeo multi-trans-sensorial y de las ganas de comer más que nunca. De hecho, si hay algún comportamiento compartido a través de diferentes culturas, países y climas es comer y beber en exceso durante el mes de diciembre2.

Pero más allá de la gente, la experiencia total – usando total así como se usa en el futbol -, se asemeja a la divinidad contenida en nosotros mismos, a la profunda felicidad – y la brillante tristeza – que es existir.

Y para aquellos que están en Caracas… ¡Nos vemos la semana que viene!



1 No pienso indagar acerca de estas estadísticas, debe recordarse que esta publicación no es seria

2 Ni para esta afirmación tampoco

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