sábado, enero 15, 2011

En el post anterior ofrecí hablar en un nivel más abstracto, menos comprensible y más aburrido, todo el asunto del cuestionamiento de la realidad para nuestra generación. Por supuesto, no entraré en los detalles aún más aburridos de las características generacionales, ya que entrar en el tema de nuestra identidad es ya, de por sí, un asunto bastante delicado. Empezaré, en cambio, por amarrarme al suelo patrio, reclinarme y pegarme al piso para que el impulso mental me lleve a otro punto de razonamiento.
Cuando llegué a Caracas, durante la primera semana, escuché repetidas veces: "Bienvenido al país de lo real". La fuente de la sentencia por lo general fueron adultos mayores de 50 años. Gente, digamos, que nos precede. En general, son quienes nos enseñaron como debían ser las cosas, nos dieron los pasos a seguir y ahora andan con las manos en la cabeza. Al igual que nosotros no entienden que pasó entre el punto A y el punto B del plan; ya que se suponía que la realidad obedecía ciertas reglas y mayor trabajo llevaba a mayor orden y mayor orden a mayor prosperidad y mayor prosperidad a desarrollo nacional y finalmente a la felicidad absoluta. Esta felicidad absoluta, por supuesto, se refiere a autobuses que funcionan por horario, tranquilidad y orden armonioso, metros donde la gente no pide real y sombras inofensivas.
Ya sabemos que la fórmula no funcionó, lamentablemente, porque las fórmulas de antaño carecían de sujetos gramaticales y nunca se pensó que mientras más trabajaban y más ordenados eran unos menos trabajaban otros, que el orden de aquellos era diferente del nuestro y que esta fórmula le dio prosperidad a unos pocos.
Ahora, justo cuando nos tocaba a los que nacimos clase media volvernos millonarios - como cuando nuestros ancestros que andaban limpios nos trajeron a la clase media - se vence la fórmula del ascenso social. Y ese vencimiento, es lo real.
Lo real es el monte que se come la grama vorazmente en la casa de la playa, los zancudos hambrientos que chupan sangre azul en los campos de golf en el Country Club. Lo real es la presencia maligna que acecha en las sombras de la ciudad, los millones de personas que han esquivado balas en Caracas, el vallenato en el bus. Por eso, nuestros sueños apuntan hacia lo banal: autobuses con horario, calles limpias y gente que cruza por los rayados.
El país de lo real es la destrucción de un proyecto de futuro, donde todos tenían asegurado el ascenso social mientras que estudiaran y trabajaran. La trampa que nos tendió lo real fue permitir que algunos "ascendieran" y otros no. Así, las fallas estructurales del proyecto se atribuyen a los individuos y a los ranchos que llevan las gentes en la cabeza.
Llegó el momento de inventarse algo más real, algo menos idealizado. El conocimiento nos condena al pesimismo, la ignorancia a la esclavitud. La astucia nos condena al individualismo predatorio, la inteligencia a la falsa superioridad paralizante.  La sensibilidad nos lleva al patetismo y la frialdad a una frustración rabiosa.
Ya lo sabemos y nuestra angustia es que no se nos ocurre nada. Hemos visto como las alternativas han fallado rotudanmente y todavía queremos nuestra calle limpia y sombras inocuas. Quizás el error más grave que podamos cometer es pensar que aún es posible lograr aquel viejo sueño y olvidarnos... que estamos en el país de lo real.