martes, marzo 16, 2010

Recientemente Tim Burton le ha dado un nuevo respiro a Alicia, pero sobre todo, al País de las Maravillas. Aquello de una revisión hollywoodense de la obra de Lewis Carroll. Claro está, la literatura desafiante de lo establecido con su lírica enloquecida y retorcida es convertida en algo similar a un folletín de autoayuda pseudo-épico. Y con todo y eso, me gustó la película. Claro, mi mal gusto para el cine es ampliamente reconocido - por mí mismo, solo que con los brazos abiertos - y tampoco es que la crítica cinematográfica sea un tema realmente excitante.
Debo admitir, sin embargo, que hay narrativas tan poderosas que pueden sobrevivir a Hollywood. El Gato de Cheshire, espectral y loco como él solo, apasionado por un Sombrero y con una enorme sonrisa. Sonrisa que me hizo recordar El Espanto. Para algunos de mis lectores esto es exageradamente criollo, mientras para otros será calificable de antiguo. Hace mucho tiempo atrás, cuando no se sacaban cuentas acerca de cuanta gente mataban en Caracas por día - te lo juro pana, que no contaban los muertos ni al año - eso fue mira... como hace veintipico de años. No había BB, Internet, Facebook, Twitter, iPod, iPhone, iTunes, iPad... de vaina había iMamá, pero eso era cuando la vaina estaba muy fea. En fin, ya me desvié del punto. En aquella época de salvajismo apátrida sin violencia del siglo pasado, había un grupo de enorme influencia en la escena musical venezolana denominado Carota, Ñema y Tajá. Nombre cuyo origen se remonta al uso vulgar de un pseudo-castellano castizo, muy inferior por supuesto, al pseudo-inglés de mano rota que predomina en las clases "medias" urbanas actuales.
Girando el timón sin delicadeza alguna, el asunto se refiere al muerto sin cabeza que no tenía pantalón ni camisa, tenía las manos en los bolsillos y una macabra sonrisa. Ustedes se imaginarán qué impacto puede tener escuchar semejante canción y ver Alicia en el País de las Maravillas en la misma etapa del desarrollo cognitivo de una persona, dícese la infancia. Bueno, !si pudieran mirarme! El peso psicológico de la experiencia infantil es para toda la vida, bueno, para casi toda... bueno, mientras se tenga memoria.
En fin, Cheshire, un pueblito famoso por su queso, mucho más pequeño que la ilustre ciudad de Barquisimeto - cerca de la cual se hace un queso muy bueno, por ahí por Quíbor (1).
El queso, los gatos y los espantos decapitados que sonríen.
Resulta de particular intriga el que dos países tan poderosos, pero tan diferentes como el Reino Unido y Venezuela  (2) compartan la fascinación por las sonrisas imposibles. La diferencia de la fascinación vendría de dos fuentes diferentes. Para los británicos lo realmente fascinante es que hay sonrisas imposibles, y constreñidos por esta aplastante verdad, administran su sonrisa con empeño, con miedo de no sonreír de una manera imposible por accidente y pocas veces pasan del mutismo a la carcajada haciendo la breve parada en la sonrisa (3). En cambio, en Venezuela se encuentra muy entretenido decir que algo es imposible, pero por puro capricho, casi sabiendo que es perfectamente factible y siempre se anda buscando que lo imposible pase y nos entristece, de corazón, que las cosas que creemos imposibles, sean imposibles (4).
Y así, llegamos a la conclusión de que el mapa de nuestro destino está en los bolsillos del espectro desnudo y nuestra máxima felicidad otro imposible, obstaculizado por la muerte, el hambre y la desesperanza. Pero, por alguno razón, a esta gente no le hace mella la realidad, lo que le hace mella son los sueños.
En adelante, brindaré por las sonrisas imposibles.


1. Que es casi tan pequeño como Cheshire
2. Si los dos se ponen de acuerdo podrían decirle chao al planeta por puro capricho
3. Quizás tienen miedo de espectralizarse o de convertirse en mininos
4. Todo el mundo sabe que los espectros decapitados sonríen por ahí cerca de Cabudare, sobretodo  en El Tocuyo, aunque ya ha perdido su potencia creadora de visionarios. En Choroní el consumo de guarapita en exceso permite vislumbrar la presencia de estos entes sobrenaturales.