martes, noviembre 22, 2005

Soy psicólogo, para los efectos un experto. Si bien no soy licenciado aún, de aquí al acto de grado no ganaré ningún conocimiento que me haga radicalmente más calificado, ni siquiera alguna habilidad motora, es simplemente una nueva habilidad social: levantar mi mano derecha con la palma hacia el techo, como quien sostiene una liviana brisa que no quiere dejar caer, señalando con sutileza el respectivo recuadro de papel, encerrado en metal, vidrio y madera que me acredita como psicólogo.
Anoche estuve tomando birras y ron, jugué un dominó y se sintió como si había recuperado algo importante -pues, de bolas, recuperé mi vida- estas vainas de las tesis me hacen sentir como el pendejo que le deja su mujer a su mejor amigo en la canción de Don Omar, o cualquiera de las rancheras o canciones de salsa que hablan de lo mismo. De pana, que hacer una tesis es dejarle tu mujer más querida -tu vida- a alguien. No a tu mejor amigo, ojalá, más bien es alguien como tú, aburrido, aislado, con sobrepeso y mala condición física, ojeroso y destruido. De ser un tipo encantador y afilado en las interacciones, es decir, tu yo pretesis, es ahora este desparpajo social el que te cuida tu vida... Por eso, mi vida es más reggaeton que trip hop
En cierta forma, la música triste latinoamericana, la que en su momento es la más chaborra del mundo, la de los marginales y los basofia, esa es la que conecta con el lado más frívolo -y al mismo tiempo el más pertinente- de nuestra existencia. Una escena de celos en un bar, la rabia por haber sido engañado, la confusión del que engaña, los cuentos de la rumba, el despecho, la venganza, la envidia. Les digo una vaina, a mí me encantan las banditas como RadioHead, Coldplay, Blur, Placebo, Björk... Vainas intensas pues. Pero me perdonan los exquisitos, son los malos de la música los que hablan de pipas, los intensos insisten en que no es una pipa, sino... eso es lo gracioso, solo dicen que no es una pipa.

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