lunes, noviembre 21, 2005
Hace algún tiempo me he visto sumido en dimes y diretes académicos respecto a nobles discusiones y rimbombantes dilemas. He leído, sin demasiada seriedad pero si con interés a Foucault, Habermas, Gadamer, y Deleuze, entre otros más. Los leí intercaladamente, mientras leía a Córtazar, Borges y Sábato. Iba por allí, recostándome en los pasillos, leyendo un capítulo de alguno de sus libros -el que me diera la gana- y los que pasaban, muchos de ellos conocidos, me saludaban y me buscaban conversación. Yo lo interpreto como un ejército de salvación por el placer agitado en contra de la peste del aburrimiento. Pero, sinceramente, no leo por aburrimiento, lo hago porque me tripea un mundo.
Nos vemos amigos invisibles -como decía un querido intelectual venezolano, nombre que como sabrán, sirve de génesis al nombre de la banda venezolana de pachanga funk, Los Amigos Invisibles.
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