martes, octubre 25, 2011

Hace años me hubiera gustado ser narrador deportivo o comentarista. Quizás comentarista, porque lo mío es un comentario. Por eso es que me cuesta desarrollar mi proyecto de escribir un libro, porque para desarrollar una historia coherente y atractiva, personajes redondos y eventos impactantes, se requiere narrar y no comentar.

Por eso tengo un blog donde comento cosas, más que contar cosas. Tengo una habilidad clara y contundente para hablar de cosas que no han pasado o para hablar de cosas que pasaron como si nunca hubieran pasado.
Es una habilidad que puede llegar a ser desconcertante - ¿irritante? para la gente que requiere de concreción, asidero o simple claridad.

El comentario es una acción interesante. Me pregunto como puede una persona ser un profesional del comentario, un experto en decir cosas que no describen nada sino que establecen una dudosa relación entre un evento y otra cosa. Como es el caso de las estadísticas en un partido de béisbol, las relaciones de pareja de los jugadores de fútbol o el significado de la afectividad púber en nuestro juego político.

Hay personas que afirman que uno de mis defectos es que nunca puedo quedarme callado ante una opinión contraria, incluso se ha afirmado que soy conflictivo. No quisiera por supuesto negarlo en demasía, sino más bien reconfirmarlo a través de una respuesta que pretende ser avasallante o en todo caso polémica y dejar la puerta abierta al debate.

Mi gente dice que "si no la gano, la empato". Esa es la definición clásica de mi manera de argumentar o de mostrar mi punto de vista, según la gente que afirma conocerme. Sin embargo, en otras ocasiones he dicho que nadie gana en una conversación, porque las conversaciones son elaboraciones colectivas, no competencias. Claro está, en defensa de mis descriptores, que mi definición de conversación no implica que yo converse de esa manera tan constructiva y colaborativa.


Sin embargo, debo decir en mi defensa, que en cualquier circunstancia toda afirmación dispara automáticamente una posible respuesta. Para decir esto me apoyo en Protágoras, Bajtín,y Billig.
En consecuencia, yo sólo estoy pronunciando una de las respuestas posibles. Tomando en cuenta la tradición, es una respuesta que tiene una probabilidad alta de quedar silente. Por ello, mis opiniones suelen estar agradecidas conmigo y quizás por ello, sigan renovándose a modo de comentario, consistentemente.

Y el agradecimiento es mutuo. Toda vez que existan eventos sin ocurrir aún, agradeceré que puedan ser comentados sin aspirar a predecirlos. Mientras hayan hechos inconexos que puedan asociarse arbitrariamente, agradeceré la bendición de juntarlos en un párrafo. Cada vez que haya una idea insensata que pueda servir de respuesta a una afirmación autoevidente, allí estará el comentario solitario, irritante y persistente.

Y por cada empate con la serenidad de la autoevidencia, esperamos que las narraciones pierdan solidez. Así los duros hechos cotidianos pueden volverse menos normales. Quizás nos volvamos cada vez más intolerantes con aceptar decisiones que podamos cambiar. Y puede ser que cada vez seamos menos exigentes con destinos que no hemos forjado nosotros. Pero sobretodo, más decididos a someternos a las consecuencias de nuestro libre albedrío.

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