En numerosas oportunidades he tenido la sensación de que la realidad está en otro lugar, quizás tan lejano como el Paraíso o el Infierno. La realidad en nuestro país es una suerte de promesa, algo que nunca hemos llegado a dar asiento.
Cuando conversamos acerca de la realidad social venezolana, siempre sentimos que dejamos de decir algo, siempre queda la sensación entre la garganta y la sien, de que algo quedó silenciado y que permanecerá asfixiado, en esa mezcla respiratoria y craneal, largo rato. No queremos perder las esperanzas, no queremos creer que nuestro país sea víctima del pensamiento causal una vez más, como cada día.
Circulan en nuestro entorno las explicaciones más dispares - y disparatadas - de por qué, cómo, cuándo - e incluso dónde - se fue el país al carajo. Nuestra falta de compromiso con nuestro tiempo es insostenible, la falta de sostenibilidad de palabras añejas, fundamentadas en los viejos mitos de la corrupción, de la viveza, el cortoplacismo, la naturaleza misma de nuestra "ciudadanía" y quien sabe que otro mal insuperable por nosotros mismos.
Nuestro mundo está al borde y está al borde desde hace décadas. Hace unos 50 años Córtazar decía en Rayuela, que el mundo, la realidad, el universo todo, perdía solidez. Aún hoy, sentimos que nuestro mundo está rayando en el límite de todo y que a la humanidad no le queda mucho tiempo. Sentimos que nuestras luchas no prosperarán por mucho tiempo, que si obtenemos resultados serán llevados por algún terremoto, inundación o alguna otra muestra de que el comportamiento de la humanidad como un todo ha sido deplorable para con la naturaleza.
Y en este contexto, nuestra capacidad para la preocupación es tan amplia, que lidiamos con nuestros asuntos locales. El ejercicio de la actividad política mediante el voto, nos preocupa nuevamente, luego de unos 8 años consecutivos con más elecciones que navidades. Y el hastío, el miedo, la angustia, la rabia, la esperanza, la alegría, el sopor, la desesperanza, nos encantan de nuevo con sus vaivenes y deslices.
Sin embargo, ahora cuando la claridad es más necesaria, cuando el razonamiento agudo y el debate es indispensable para el futuro como una sola nación, se palpa con dureza que es cierto aquello de que somos más un pedazo de tierra con millones de personas encima, que un país.
Ejerceremos el voto el día domingo, espero que abundantemente, espero que con criterio. Deseo que entendiendo, que las leyes y las constituciones en este país, nunca han hecho nada por nadie que no sean los más poderosos de turno. A aquellos que gozan de ese poder mis saludos y mis consideraciones. Lo triste del poder, es que cuando más personas creen y aprecian más tu palabra, cuando la felicidad de millones de personas está tan vinculada a lo que puedas decirles, es cuando más difícil se hace que el poderoso sea honesto con su gente.
Si existiera alguien que opinara igual que toda la gente que aprecia estaría loco. Si alguien obedeciera ciegamente a toda la gente que admira, a alguien le quedaría mal.
¿Cuándo dejaremos de tener padres manipuladores, para empezar a tener política?
Espero que pronto.
jueves, noviembre 29, 2007
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